Poco escrito

Repasando el número de entradas de este blog en los últimos meses caigo en la cuenta (ya había caído antes, ahora me reafirmo) en lo poco que he escrito. Cuántos cuentos cuentas tú es una pequeña botella (de algún material biodegradable) que se bambolea por el amado, odiado, ensalzado y vilipendiado Internet. De vez en cuando miro las estadísticas, los últimos comentarios y constato que hago poco (que no hago nada) para animar/atraer/subyugar a posibles lectores que, además, dejen unas palabras de reconocimiento. Algo como, eh, estás ahí y yo, desde aquí, te leo. Te sigo. Estoy pendiente. Es cierto que hay algunas honrosas excepciones, que comentan (de las que no soy responsable, me temo. Gracias). Pero la inmensa mayoría que pasa, pasa y no deja huella. (Me encanta ver que alguien desde México se tropezó con estos cuentos, como al desgaire, sin buscarlo, sin quererlo, me hace ilusión. Y hay alguien en California que hizo click por estos lares). Y la responsabilidad de ello es mía. Sí, lo asumo. Sé que un bloguero, que una bloguera no sólo ha de escribir. Ha de difundir, leer, visitar, guiar, estar, participar.Lo pondría en mayúsculas. Ha de crearse una identidad digital con algo más que una tapia y unas flores en el perfil. Lo sé de muy buena tecla. 
Por otro lado, le tengo mucho cariño a esta humilde esquina mía. Sí, es una esquina, no llega a callejón. Desde aquí, cuando quiero y lo necesito, hablo. Y cuento cosas. Si algún despistado pasa y me lee, pues bien (me gusta pensar que hay más de uno y más de dos. Pero con uno que haya, es suficiente para mí). No quiero hacer todas esas cosas que hay que hacer para que un blog sea seguido por un montón de gente (subir un vídeo a YouTube, hacer visitas a muchos otros blogueros, retuitear, tuitear, poner un aviso en Facebook, inscribirme en un portal de blogs especializadas...). Me da pereza.
Ojo. No estoy diciendo que todo eso me parezca mal. Me parece que los blogueros que lo hacen están haciendo lo que deben. (Hay algunos a los que admiro, por otras cosas, pero también por eso). Lo que pasa es que a mí no me sale (por lo menos hasta ahora. No se puede ser tan tajante, quizás cambie de opinión, de inclinación, quién sabe...). No me apetece. 
Hoy me he dado cuenta de que he escrito poco este año y me he propuesto remediarlo (a ver si lo consigo). Y ¿por qué? Por ese despistado, por esa despistada, por ese incondicional o por esa persona a la que me une un extraño (o normal) afecto. Porque mientras haya un lector, merece la pena, me merece la pena. Y que me disculpen los lectores de ésto. Que disculpen mi pereza. Sigo en mi esquina... y serán muy bien recibidos los que se detengan aquí, por eso de los azares de la vida...


Comentarios

Jésvel ha dicho que…
Bueno, Mª Antonia, todo depende de cómo te plantees el blog. Yo no suelo hacer comentarios solo porque sí. Me dan una pereza enorme esos blog en los que aparecen un monton de comentarios a cada entrada, tantos que da pereza leerlos.

Personalmente, no me agobia tener pocos seguidores. Es cierto que va creciendo el número, pero no es mi objetivo. Por ejemplo, de vez en cuando hay algún comentario tuyo. Sí, me alegra, sobre todo porque sé que lees aunque no comentes.

De cualquier modo, ¡enhorabuena por el blog! Sigue escribiendo.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola, Jesús. Era un ejercicio de autocrítica... en cualquier caso, me ocurre lo que a ti, me gusta saber que estás ahí y que lees, aunque no comentes, porque no te apetece, porque no quieres, o por lo que sea. La libertad es esa... Un abrazo, y gracias. Y tú, también. Que sigas escribiendo.