Hace años que leo el blog de Isabel, desde 2006. Asistí a su nacimiento mientras nacía mi propio blog y era consciente de lo difícil. Lo difícil y lo maravilloso. En una ocasión hizo que cayera en la cuenta de que este espacio pequeño, insignificante, que apenas siguen unos cuantos lectores (por cierto, gracias) es mío, sólo mío. Que de lo que aquí se publica es mía la responsabilidad, sí, y la decisión de hacerlo o no hacerlo. De escribir de la luz, de la sombra, de Isla Decepción (esa isla a la que todos arribamos, más temprano que tarde) o del País de las Maravillas, si es que una tarde con chocolate, me vuelve ingenua. Hizo que tomase plena conciencia de la alegría de la escritura (también lo comentó en una entrevista) y me encantó, y lo dije a los que tenía cerca y a los que tenía lejos. Porque eso debería ser escribir, una alegría. Y leer, otra.
Leo el blog de Isabel y aprendo todos los días. Todos los días aprendo y eso es otra alegría para mí, que soy una curiosa impenitente. Me gusta rodearme de sus palabras. Y leo.
Hace tiempo Isabel concibió Dido, reina de Cartago desde Mujeres de Roma. Algunos de sus seguidores fueron los personajes de la novela, a los que dotó de algún que otro atributo del bloguero en cuestión. Una labor detallada, minuciosa, hecha con precisión, mimo y ternura. Con alegría. Me perdí esa ocasión, pero me prometí a mí misma no perderme la siguiente, estaba convencida que la experiencia se repetiría (porque Isabel lo había dicho y yo, estaba muy atenta).
Y llegamos a la Fundación de Roma, la nueva novela de Isabel Barceló. Una historia en la que la escritora fabula en las lagunas que no puede llenar la documentación rigurosa. Inventa y fabula desde un andamio seguro y firme que no se advierte, que no se nota; casi pareciera que Isabel escribe sin esfuerzo, dejándose mecer por el último susurro del viento o por el último bamboleo de una hoja de álamo.
Los que tenemos un blog sabemos del esfuerzo que conlleva mantenerlo. Publicar textos, fotografías, palabras con sentido para los demás. O para nosotros mismos. Arrancar unos minutos a la rutina gris, a las obligaciones, a los lunes y a los domingos para hacer de la escritura una alegría.
Isabel escribe una novela rigurosa, ágil, entretenida, capaz de tenernos en vilo a todos sus lectores. Dos capítulos semanales. Además, nos escribe y nos visita en nuestros blogs (no tanto como quisiera, pero nos visita). Nos contesta. Está pendiente de nosotros, lectores y personajes de Fundación de Roma. Es una alegría. Ella es una mujer organizada y tenaz, lo ha demostrado y lo demuestra. Y eso supone mucho trabajo, mucha dedicación. Ella disfruta y el proceso creativo lo vive con pasión. Conocí a Isabel a través de los primeros pasos de su blog. Y fue y es una alegría.
Por cierto. En la Fundación de Roma soy Nairam, una matrona con secretos.
Comentarios
Un abrazo muy fuerte.
Abrazos
Sí, Xibeliuss. ¿Andarás por ahí, en las 7 colinas, con el ganado? A ver, a ver:-)
Abrazos para los dos, amigos.