Adam o el tren

Hay viajes en tren que transcurren sin pena ni gloria. El traqueteo se hace insoportable y la cabeza se nos va en un vahído que no tiene nada que ver con el amor, la ilusión o la enfermedad de la belleza. Los vagones huelen a plástico, la cafetería está demasiado lejos y total, para qué, el té sabe a desinfectante y el café parece achicoria endulzada con sal. El libro que trajimos no nos engancha. Nuestros compañeros dormitan o leen. Ha oscurecido y no vemos el paisaje. Todo es un deslizarse monótono. No solemos jugar a la play. No hemos traído el mp4, no hay red, no hay cobertura. Y, de pronto, una película:



Una mirada cómplice con el compañero de viaje. Una lágrima atrevida que no sabemos por qué ha venido. Y caes en la cuenta: a lo peor él no la ama. Sólo la necesita.

Comentarios

alicia ha dicho que…
Me encantan esos regalitos inesperados... qué suerte! a mi en el tren me ponen cada cosa... (sonrío)
Xibeliuss ha dicho que…
¡Qué bien pinta! y ¿no todos los amores traen necesidad?
Abrazos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Sí, alicia. Es un regalo que has de hacerte en cuanto puedas...

¡Aunque no vayas en tren!

Un beso
María Antonia Moreno ha dicho que…
Cierto, Xibeliuss. Pero suele pasar con el tiempo... no puedo decir nada más...

Un abrazo