No he sido nunca, stricto sensu, un picaflor. Tampoco un pedante que suelta latinajos como quien echa la sal a la comida. Pero es cierto que, en muchos momentos de mi vida, he hecho una cosa y la otra. Que he dicho y escrito alguna palabra en la lengua de los romanos y que he estado con algunas mujeres. Muchas, no sé. No sabría calibrar si el número es el justo , excesivo o escaso. Las que se pusieron en mi camino y me interesaron. Me interesaron y pusieron interés en mí, porque hubo otras que no hubo manera. Juzguen ustedes si eso es ser un pajarillo que liba néctar de una y otra flor.
Tengo más de cuarenta, uno puesto detrás de otro hacen una pila de años, de meses, de semanas, de días y de horas; algunas de ellas aprovechadas y otras malgastadas sin remedio. Imagino que en eso nos parecemos todos los seres humanos, casi sin distinción. En desperdiciar momentos, instantes. Aunque a veces, sólo a veces, somos conscientes de que lo que estamos viviendo puede tener el carácter de irrepetible. O quizás no. Quizás sólo lo sepamos después, y luego, cuando lo recordamos, añadimos esa impronta, a posteriori. No lo sé. Sólo sé que ahora, aquí, con mi pila de años, no tengo ni idea de nada y dudas de todo, y tal vez eso no sea ni bueno ni malo, simplemente, la consecuencia de haber vivido.
Delante de mí están dos mujeres, una bastante más joven que la otra y las dos me observan. Llevo rato sin hablar. Pero es que no puedo. De momento, estoy recordando y las imágenes vienen a mí con ese sello del que les hablaba antes. Irrepetibles. Trascendentales. Mucha sal, arena, azul y amarillo. Y yo, con mis 20 años recién estrenados, el pelo al uno, la mirada perdida como de perro de aguas y unas ansias enormes de lanzarme de cabeza a la vida. Mala combinación o la mejor de las posibles. Juzguen ustedes.
Tengo más de cuarenta, uno puesto detrás de otro hacen una pila de años, de meses, de semanas, de días y de horas; algunas de ellas aprovechadas y otras malgastadas sin remedio. Imagino que en eso nos parecemos todos los seres humanos, casi sin distinción. En desperdiciar momentos, instantes. Aunque a veces, sólo a veces, somos conscientes de que lo que estamos viviendo puede tener el carácter de irrepetible. O quizás no. Quizás sólo lo sepamos después, y luego, cuando lo recordamos, añadimos esa impronta, a posteriori. No lo sé. Sólo sé que ahora, aquí, con mi pila de años, no tengo ni idea de nada y dudas de todo, y tal vez eso no sea ni bueno ni malo, simplemente, la consecuencia de haber vivido.
Delante de mí están dos mujeres, una bastante más joven que la otra y las dos me observan. Llevo rato sin hablar. Pero es que no puedo. De momento, estoy recordando y las imágenes vienen a mí con ese sello del que les hablaba antes. Irrepetibles. Trascendentales. Mucha sal, arena, azul y amarillo. Y yo, con mis 20 años recién estrenados, el pelo al uno, la mirada perdida como de perro de aguas y unas ansias enormes de lanzarme de cabeza a la vida. Mala combinación o la mejor de las posibles. Juzguen ustedes.
Cecilia me habló de estos picaflores. Qué suerte haberlos visto en directo... Un beso Ce.
Comentarios
Quizás sea más facil cuantificar los latinajos :)
Un abrazo
Besos desde el invierno del Sur.
Un gran abrazo
Ce
aquí hace un calor...