Dos mujeres


Es una mujer que mira a otra. Mira el pelo que ondea, bandera impulsada por una brisa invisible. Los ojos se le quedan prendidos en el rostro que luce una sonrisa inexplicable: seria y traviesa a un tiempo. No se siente incómoda con el hecho de que esa mujer muestre su pecho desnudo: es toda una belleza. Y a esta mujer de mirada soñadora le gusta la belleza, el azul, los viajes y la vida.

Es una mujer que mira a otra. Observa cómo sus ojos la recorren toda entera y le gusta esa contemplación suave que parece acariciarla, como ola de mar. Se ha acostumbrado a su presencia callada, a su observación detenida y meticulosa. Dentro de poco sacará el block de dibujo y los lápices de colores y, como una niña curiosa, la dibujará una y otra vez, y otra, y otra, y continuará emborronando cuartillas y mirándola; quieta e interesada. Se pregunta cómo la ve esa mujer, si intuirá si se siente como un insecto raro prendida en la pared.

Pongamos que la mujer que dibuja se llama Eva. Eva se complace en las curvas amplias de la otra mujer, en la superficie satinada de los volúmenes, en el rojo fuego de sus labios, en su misteriosa sonrisa y en la textura rosácea de sus pechos. Es tan difícil dibujarla como maravilloso.

Pongamos que la mujer prendida en la pared es un mascarón de proa de un barco que naufragó en las costas de un país hermoso y distinto. La rescataron de las profundidades para sujetarla a una pared del museo naval donde se encuentra sola y triste. Ya no escucha el estrépito de los marinos en la cubierta, ni las imprecaciones duras y soeces del capitán, ni los murmullos enigmáticos del océano. No ha vuelto a encontrarse con otros mascarones; hermosas figuras de colores desvaídos, requemadas por el sol y la espuma del agua que se amura en la proa.

Eva cierra los ojos. Sueña con viajes, doblones, islas desiertas y piratas buenos. Suena el móvil; es su hijo, es hora de ir a casa. Hay que hacer la cena, sacar al perro, poner una lavadora, mirar por la ventana y contar las estrellas antes de irse a dormir. Eva adora las cosas bellas, viajar en pos de horizontes azules, y todo lo bueno que hay en la vida.

Nuestro mascarón la ve marcharse. Y se siente un poco más triste. De pronto cae en la cuenta. Ella volverá y sacará el block de dibujo; sus ojos la acariciarán entera y su mano dibujará el vaivén imaginario de sus senos. Como las mareas, esa mujer aparece y desaparece y, aunque no lo sabe, se ha convertido en un pedazo de mar: el único del que ahora goza nuestro bello mascarón de proa.

Imagen tomada de http://telxinoe.blogspot.com/2009/09/los-mascarones-de-proa-de-pablo-neruda.html, imaginariamente, antes de que el bello mascarón estuviese prendido en una pared de un museo cualquiera.


Jésvel escribió un texto sobre una sirena parecida... Lo podéis leer aquí.

Comentarios

Jésvel ha dicho que…
Acabo de darme cuenta ¡me has mangado la sirena!!!!! P-)
María Antonia Moreno ha dicho que…
UYs. No lo sabía, la he buscado después de escribir el cuento, que conste.

Saludos!!!
Jésvel ha dicho que…
Ya, ya... menos mal que la foto no es la misma, pero la inspiración era mía... jeje... :-D
María Antonia Moreno ha dicho que…
Bueno, no sé. Lo tendremos que discutir, te parece? :-)
Xibeliuss ha dicho que…
La sirena que perdió la gracia del mar...
Jésvel ha dicho que…
¡Pero si ahora salgo yo en la entrada! Gracias, Mª Antonia, que era una broma, que es que aún no son las 6:30 y ya os hecho de menos.

:-*
María Antonia Moreno ha dicho que…
Y yo... De nada. Así están las dos sirenas juntas
alicia ha dicho que…
Cualquier día regresa a las aguas de un coletazo elástico. La nostalgia del mar -dicen- es infinita...
Un abrazo sumergido
María Antonia Moreno ha dicho que…
Xibeliuss, alicia, gracias. Un abrazo
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
En cierto modo, Eva, en su lucha cotidiana, es también ese mascarón de proa que es el primero en marchar contra el viento y la tormenta. Una historia muy bella. Besos, querida amiga.
Santiago Iñiguez ha dicho que…
Completamente de acuerdo con Isabel. Bonita historia.
Enhorabuena por tu blog
un saludo desde www.losporquesdesantiago.com
María Antonia Moreno ha dicho que…
Sí, tienes toda la razón, querida Isabel. Eva también lucha y esquiva los embates de la vida
Gracias, besos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Bienvenido Santiago, te haré pronto una visita