Una vez que FÁCYL terminó, (¿tú eres FÁCYL? pues ni una cosa, ni la otra), y nos ha dejado en la retina un globo sobrevolando la plaza (a tirones, vaya sustos), una cámara atada a unos globos (más pequeños, eso sí) grabando a niños, mujeres y hombres que salían en una pantalla gigante viéndose cómo miraban la cámara y la pantalla gigante de la plaza, espectáculos teatrales y una performance de andamios en plena Rúa Mayor, una vez, digo, que se ha terminado, se me viene a la retina (o al corazón, vaya usted a saber) un hombre apoyado en la Casa de las Conchas, con una mesa de madera, haciendo música con vasos de cristal y agua. El sonido era tan calmo, puro y auténtico, tan sin trampa, ni cartón, ni oropel (ahí, a la vista de todos. Algo tan simple como un anillo que diría mi poeta chileno de cabecera); que (por una vez y sin que me sirva de precedente, no me vaya a malacostumbrar) me entró nostalgia de un tiempo donde las cosas se llamen de una manera (a ser posible, por su nombre) y las personas y los sitios tengan su lugar ; donde la sencillez de una flor silvestre sea eso, precisamente, y nada más y nada menos, la naturalidad de sus matices, simple y complicada, hecha para adornar y alimentar, cuerpo y alma. Nada más.
Fue como tener una visión. Pero otra muy distinta
Fue como tener una visión. Pero otra muy distinta
Comentarios
Lo sencillo suele suponer una gran complejidad, porque no hay dónde esconderse.
Un abrazo
Un abrazo grande
Un abrazo