Mujer de armas tomar, 5


La carta de la Dirección General no contenía términos elogiosos, ni para don Andrés, ni para Juan, el cajero, ni para la oficina, ni para los objetivos que habían conseguido uno y otro; deslomándose aquél en tertulias, y negocios; deslomándose éste último en las visitas a clientes a domicilio.
La carta en cuestión exigía reparación pecuniaria, y es que Juan no había revisado los teletipos esa mañana. De haberlo hecho, hubiera comprobado cómo los números de los travels estaban proscritos, en la lista negra por falsarios. De no haberse ofuscado con el rojo y con el negro, hubiese leído con lente de aumento aquellas serpientes que se enroscaban en el suelo y hubiese comprendido, sin género ni lugar para la más mínida duda ni quebranto, que la morena cañón buscaba beneficio propio; y el beneficio se llamaba cien mil pesetas, que no era cosa de despreciar.
Quedó don Andrés profundamente afectado. Los motivos eran varios; había visto muy ilusionado a Juanillo con la morena de marras y uno y otro esperaban que volviese a aparecer cualquier día (le pedí el teléfono, don Andrés. Y me dijo: ya vengo otro día y te lo digo, guapo); Juan era un empleado capaz y entregado, honesto y trabajador y él le tenía verdadero aprecio; no le hacía ninguna gracia que el banco reclamase a Juan las cien mil pesetas y amenazase con un expediente sancionador que incluía falta grave y, otrosí, no las tenía todas consigo por aquello de, cuando veas las barbas de tu vecino...
Así que no había otra. Tenía que contestar de inmediato a la Dirección General.

La imagen está tomada de Wikipedia


Comentarios

Xibeliuss ha dicho que…
Eterna lilith, que nunca trae nada bueno...
aunque otra lectura puede ser que inyectó de vida a estos personajes, para los que ya nada volvería a ser igual.
Gran historia.
Un abrazo, Mª Antonia