Mujer de armas tomar, 4


Mientras tanto, la morena sacude el pelo una vez más y se balancea en el taburete giratorio. Es guapa, y lo sabe. Juan, Juanillo el cajero, está rendido y, lo sabe. Sabe, incluso, que el director de la oficina espía sus movimientos; intuye la admiración y el pellizco de la envidia; lo sabe.
A ella, toda la situación le sienta como guante a Rita Hayworth; no deja de ser una situación a medida, planificada hasta el último detalle, desde las medias negras de costura hasta el titubeo y el sonrojo al hablar.
Satisfecha, guarda otras 50.000 pesetas en la cartera negra, y le tiende la mano al cajero embobado, gracias, don Juan. Qué amable y qué paciente... Y deja escapar una sonrisa irresistible, que promete y mucho.
Don Andrés, Juan, el cajero, Luis el vigilante y hasta la señora de la limpieza, suspiran cuando la puerta giratoria se cierra tras el revuelo rojo y negro.
Tan sólo tres días después, llegó la carta de la Dirección General del Banco.

Comentarios

Xibeliuss ha dicho que…
Al final, todos lo saben.
Y aun así, se extrañan cuando llega la carta de la central.
¿Tampoco soñar es gratis?