Él me ha querido mucho, y me quiere. Aunque a veces me haga pequeños desplantes que me hacen gracia y a él le dejan… no sé cómo explicarte, confuso y enojado. Pero es que sus míseras humillaciones no me hacen daño. Me gustaría decirle que nos hemos equivocado, que me equivoqué, que lo siento. Pero no sé cómo. No tengo ni la más remota idea y, si no fuese porque temo tu regañina más que a otra cosa, me iría sin decirles nada. A él. A su padre. A la mujer de su padre.
Sí, sé que tengo que cerrar capítulos de forma ordenada. Que la historia ha de tener cubierta y contracubierta, epílogo y final. Para que todo esté en orden y no haya lugar a dudas ni a destinos equívocos. Como las novelas del XIX; un universo que se abre y se cierra, se quedan juntos porque son buenos, se mueren porque no lo son.
¡Cómo echo en falta nuestros paseos! Acuérdate de cuándo nos encontramos con la Shiffer. Tú te pusiste como una loca a llamarla: ¡Claudia! ¡Claudia! mientras que ella, como un ángel rubio sin alas, cobijaba a sus hijos contra su pecho y escondía su rostro adorable en el asiento tapizado en piel del coche maravilloso que conducía su elegante (y riquísimo) marido… ¡Casi me atropella! Tuve que guardarme la cámara porque temí que saliera y, como en esos reportajes amarillos de la tele, la pisoteara cual Pantoja o Paquirrín londinenses. ¡Qué risas nos echamos en el salón ese de té! Ése en el que tú dices que la mismita reina lo toma. Ése, ¿te acuerdas?
Ya, ya sé que cambio de tema cuando no me interesa…, pero ¡cómo me gustaría estar en el avión! Dejar atrás los inconvenientes, sobrevolar ríos, mares, y olvidar. De camino a Manchester, puedo haceros una visita, ¿te parece? A ver cómo tenéis esas fechas, porque podría hacer escala en Londres un par de días o tres… quizás pueda cambiar el billete e irme antes. Sí. Creo que es buena idea. Es que me inspiras, Jane. Te lo digo en serio.
Suena el timbre. Me temo que es él. Quizás sea esta la noche. La última.
Abrazos, Jane. Dale mi enhorabuena a ese pirata de John. ¡Se lleva un tesoro!
Hasta muy pronto,
Marta.
Comentarios
Espero que no os decepcione Marta, en realidad, ella es una mujer normal que ha despertado esos sentimientos... y esos sentimientos era lo que yo quería mostrar, no su voz ni su devenir. Describir a Marta desde cada una de las miradas. No sé si lo conseguí pero esa era mi intención.
Gracias por seguir la historia y por vuestra indulgencia. Abrazos.
Sí, lo conseguiste: la carga de la narración está en las miradas sobre Marta. Haces bien en ventilar su visión en dos entradas -¿un capítulo?- en el que, además, las vidas de los otros son sólo una más entre las cosas a comentar. Creo que a lo mejor hasta te planteaste no incluir las palabras de Marta. No hubiese sido mala idea, pero de esta manera el círculo queda cerrado.
No es momento de juzgar a Marta ni a los otros protagonistas. Son, como bien dices, personas normales, con sus aciertos y sus miserias. La vida nos coloca en situaciones que no podemos controlar. Como mucho, navegar como sabemos/nos dejan.
Felicidades de nuevo. Me ha gustado mucho, y perdón por lo extenso del comentario.
Un abrazo
Quizá Marta solo sea el pretexto que todos utilizan para justificar su infelicidad. Felicidades de nuevo
Creo que con ella el relato, quizás, ha perdido un poco de esa carga de sentimiento doloroso y se ha "normalizado". Un abrazo y gracias por estar ahí, leyendo, comentando y compartiendo
Un beso
Disculpa si mi opinión es poco objetiva y muy pasional. Te mando un fuerte abrazo querida María Antonia.
Guiomar
Lo cierto es que hay un tremendo contraste entre los sentimientos que suscita ella en los otros personajes y su propia mirada. Pero, ¿cuántas veces ocurre? Es ahí cuando entra esa decepción de la que hablas...
Un beso