Marta. Fascinación y cautela, 2

Pero ahora te voy a contar algo que me he reservado para nuestra correspondencia mensual. (Te empeñaste en ello hace tanto tiempo, en aquel minúsculo apartamento que daba a la Tate, cuando mirábamos el río color chocolate, de aguas viejas). (Lo de la correspondencia mensual, como si fuésemos un pastor anglicano y su prometida). Me han concedido una beca para hacer un máster en Manchester. (Uy. Me ha salido un verso casi en spanglish).
¿Qué te parece? No te lo esperabas, ¿verdad? ¡Voy a estar cerca otra vez! De mi adorado Portobello, de mis adorados taxis, de mi adorado cielo gris sucio (Ja, ja) . Sí, un poquito más cerca que ahora. ;-)
Es un máster en Escritura Creativa, y he tardado ¡casi dos años! en conseguir la dichosa beca. Me rechazaron cuatro veces, ¡cuatro! Ya no navegaré en Ámsterdam. Ni me asomaré al balcón de una buhardilla parisina. Ni seguiré las huellas de tantas mujeres ilustres que habitaron Roma. Cambiaré la ciudad bella por la ciudad industrial, los tulipanes y los pintores guapísimos por dios sabe qué. Pero… ¡no puedo ocultarlo! Estoy contenta. Contentísima de salir de aquí.
Sí, contenta de salir de aquí y de alejarme de ellos. De ellos, de todos y de cada uno. Casi no puedo soportar mirarme en sus ojos. En los de él. En los de su padre. En los de la mujer de su padre.
Sé que cuando nos veamos, me vas a regañar. Y tienes razón, la tienes, la has tenido siempre. Me decías que qué estaba haciendo, dejándome querer, dejándome cuidar de esa manera, tan egoísta. Tenías razón. Pero es que todo me salió tan mal. Salió mal aquel trabajo en el periódico de mi ciudad provinciana. Salió mal lo de Joaquín. Todo me salió mal. Y entonces, su carta.
Aquella carta que llegó a casa de mis padres desde la suya (¡imagínate! los dos, a nuestra edad (rectifico, a la suya, yo tengo 25, je, je) viviendo con nuestros padres). Y estaba tan sola. Me sentía tan perdida. Me dejé cuidar. Me dejé querer.
Ya no aguanto más el ambiente que se vive en aquella casa. Él, como un niño triste, enfadado y posesivo que ha descubierto que los patines son de segunda mano. Su padre, tan herido por la vida, que me mira como si yo fuese la joya más valiosa. Su mujer, que me mira furtivamente, tan seria, con los ojos llenos de reproches.
En otro tiempo estuvimos juntos, cuando éramos unos chiquillos. Y parecía tan bonito recomenzar aquello, olvidar, borrar la pizarra y dejarla blanca para dibujar cosas hermosas, vivencias nuevas; casi como las novelitas de la Austen o los finales felices (a pesar de tanta desdicha) de las historias de las Brönte. Sí, me lo advertiste, me lo dijiste muchas veces, no puede salir bien, tú no le quieres, le aprecias, pero no le quieres, déjalo, no sigas, será peor cuanto más tiempo pase.
Pero aún no se lo he dicho. Me voy dentro de una semana y aún no he podido decidir qué noche será la última, porque cada mañana me resulta imposible aguardar hasta la noche y cada noche me resulta más difícil decidir qué esa será la última. Como en una letanía absurda y monótona.

Comentarios

Xibeliuss ha dicho que…
¿Somos culpables ante estas situaciones? ¿Es Marta culpable? Consciente del daño -tal vez no de su magnitud. Ha revolucionado unas vidas grises, sabiéndose color.
Un abrazo, Mª Antonia
María Antonia Moreno ha dicho que…
Ahí está el quid...
Abrazos