Contra el desprestigio de la altura
Si la fascinación fuera hermana
de la cautela
el precipio no tendría
un balcón.
_No penséis en escaleras_
Preguntaos
si no es mejor abrir los brazos
y hacer que el cuerpo se adelante.
Si tuviera peldaños el azul
¿qué sería del águila?
Dejad que la cautela
encuentre su linaje.
Dulce Chacón
Si la fascinación fuera hermana
de la cautela
el precipio no tendría
un balcón.
_No penséis en escaleras_
Preguntaos
si no es mejor abrir los brazos
y hacer que el cuerpo se adelante.
Si tuviera peldaños el azul
¿qué sería del águila?
Dejad que la cautela
encuentre su linaje.
Dulce Chacón
Querida Jane:
¡Cómo me gusta que me obligues a escribir cartas! ¡Qué deliciosamente victoriana pareces! ¿Cómo estás? ¿Qué tal nuestra buganvilla rosa?
Me encantan las novedades. ¡Te casas! Quién lo hubiera dicho… Me alegro por ti, porque creo que has mirado en derredor y has encontrado (tan cerca que estaba) a la persona que te mereces. Y él a ti. John ha estado enamorado desde siempre, todos lo sabíamos, menos la interesada; o sea, tú. En octubre, dices… No sé por dónde andaré entonces; pero haré lo posible por ir y estar con vosotros. Ya sabes cómo os quiero a los dos.
Me he acordado tantas veces de ti… Aún sigo aquí, ya sabes, en la ciudad que me vio nacer hace… jajaja. No pienso decir cuánto hace. Ni loca, ni con tres o cuatro o cinco cocktails demoníacos de esos que haces tú. Ea.
No, en serio, que te he echado de menos, amiga. Ya conoces cuál ha sido mi situación estos meses, mis sentimientos y mi desesperación por estar así, sin trabajo, ni perspectivas. ¡Dios! ¡Una mujer de 25 años recién cumplidos ha de ganarse la vida como un hombre! (He decidido que me quedo en los 25. Sí, qué pasa. Ya tengo edad para decidir esas cosas).
Cuántos recuerdos. Darcy, Agnes, Jane… Y tú, la homónima, entre cojines, pañuelos de papel, termos de té y tarta de zanahoria recién hecha. Y yo, dejándome cuidar, viendo las películas que alquilabas en el club y leyendo los libros que sacabas en préstamo de la biblioteca. Siempre dejándome cuidar, siempre dejándome querer.
¡Cómo me gusta que me obligues a escribir cartas! ¡Qué deliciosamente victoriana pareces! ¿Cómo estás? ¿Qué tal nuestra buganvilla rosa?
Me encantan las novedades. ¡Te casas! Quién lo hubiera dicho… Me alegro por ti, porque creo que has mirado en derredor y has encontrado (tan cerca que estaba) a la persona que te mereces. Y él a ti. John ha estado enamorado desde siempre, todos lo sabíamos, menos la interesada; o sea, tú. En octubre, dices… No sé por dónde andaré entonces; pero haré lo posible por ir y estar con vosotros. Ya sabes cómo os quiero a los dos.
Me he acordado tantas veces de ti… Aún sigo aquí, ya sabes, en la ciudad que me vio nacer hace… jajaja. No pienso decir cuánto hace. Ni loca, ni con tres o cuatro o cinco cocktails demoníacos de esos que haces tú. Ea.
No, en serio, que te he echado de menos, amiga. Ya conoces cuál ha sido mi situación estos meses, mis sentimientos y mi desesperación por estar así, sin trabajo, ni perspectivas. ¡Dios! ¡Una mujer de 25 años recién cumplidos ha de ganarse la vida como un hombre! (He decidido que me quedo en los 25. Sí, qué pasa. Ya tengo edad para decidir esas cosas).
Cuántos recuerdos. Darcy, Agnes, Jane… Y tú, la homónima, entre cojines, pañuelos de papel, termos de té y tarta de zanahoria recién hecha. Y yo, dejándome cuidar, viendo las películas que alquilabas en el club y leyendo los libros que sacabas en préstamo de la biblioteca. Siempre dejándome cuidar, siempre dejándome querer.
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Un abrazo