Me alojo en una habitación de hotel demasiado grande, con los techos altos y un cuarto de baño imposible. Si lo vieras. Esta noche saldré a la plaza del Ayuntamiento, y me perderé entre el bullicio de gentes que no me conocen, que no saben quién soy, ni de mi pena, ay, esta pena que se me hizo grande con el alimento de los años y las pérdidas, y quizás me disfrace con una sonrisa que querrá parecerse a la que tú enarbolas en tus días, y pensarán que soy hombre de posibles, misterioso, encantador. O tal vez, entre el vocerío y el acordeón, se distinguirá al hombre solo despidiéndose de este último año.
El bar tiene sillones de mimbre blancos, si los vieras, parecen sacados de una película de espías de algún país tropical. Se está bien aquí, al calor, mientras el mar nos hipnotiza a los solitarios que tomamos café solo, obrigado. Llevo semanas sin hablar con nadie, y ahora estoy escribiéndote, contándote cómo me siento, cómo te extraño. Si me vieras. En las servilletas de papel. El camarero, un hombre moreno de ojos suaves me mira preocupado. Temerá por mi cordura, el pobre. Me olvidé en la habitación la libreta que me regalaste para que anotara aquello que se me ocurriera, pero esto no se me ha ocurrido, no Marta, me ha pasado, lo he sentido, lo he vivido y dime, qué tengo que hacer, fingir que no te he conocido, volver a hacer los crucigramas solo, a dormirme en el sofá, a escribirle en un papel a Carmen que se me acabó la espuma de afeitar, a pasear por el parque, a saludar a mi hijo, te va bien, me alegro. Qué se supone que debo hacer, cuántas rupturas he de superar, cuántas pérdidas, Marta.
El bar tiene sillones de mimbre blancos, si los vieras, parecen sacados de una película de espías de algún país tropical. Se está bien aquí, al calor, mientras el mar nos hipnotiza a los solitarios que tomamos café solo, obrigado. Llevo semanas sin hablar con nadie, y ahora estoy escribiéndote, contándote cómo me siento, cómo te extraño. Si me vieras. En las servilletas de papel. El camarero, un hombre moreno de ojos suaves me mira preocupado. Temerá por mi cordura, el pobre. Me olvidé en la habitación la libreta que me regalaste para que anotara aquello que se me ocurriera, pero esto no se me ha ocurrido, no Marta, me ha pasado, lo he sentido, lo he vivido y dime, qué tengo que hacer, fingir que no te he conocido, volver a hacer los crucigramas solo, a dormirme en el sofá, a escribirle en un papel a Carmen que se me acabó la espuma de afeitar, a pasear por el parque, a saludar a mi hijo, te va bien, me alegro. Qué se supone que debo hacer, cuántas rupturas he de superar, cuántas pérdidas, Marta.

En el mismo bar, decorado con una foto de un tiempo pasado
Comentarios
Me dejas siempre un poso...
un beso
Sí, es muy intenso.
Saludos.
si los vieras/
si me vieras.
Esa corta frase tiene un poder de emoción un convocatoria imposible, física, pero no emocional.
Relato de lenguaje sencillo y muy bien hilado donde mucho subyace.
Ay, la melancolía... Me marcho con el corazón encogido, desarbolada. Es la magia que se produce cuando lees literatura de la buena.
Un abrazo, querida maestra.
Un abrazo amiga