Show must go on

El mundo se estremeció ante las imágenes de un globo-seta girando en el cielo a una velocidad vertiginosa. Dentro de él, decían los clamores, un niño de 6 años volaba aterrorizado. El ingenio había sido pergeñado por el niño en cuestión y el cómplice de su padre, y todos (periodistas, espectadores, televisiones y sitios de Internet) contemplábamos con la boca abierta al globo-seta; el estómago cerrado, incapaces de digerir el alimento.
Cuando el artefacto tomó tierra (seguido por helicópteros, patrullas, bomberos y un ejército de ambulancias) the enter world suspiró, agradecido. El niño no estaba. No. No había nadie en el globo-seta. Y el padre de la criatura nos dejó a todos más tranquilos. Criaturita. Se había escondido en el desván.
Unos días después la familia al completo compareció en un show televisivo en prime time, para narrar la fabulosa aventura. El niño, que aún guarda algo de inocencia pero que es de esperar que en breve se deshaga del lastre, confesó. Lo hicimos por el show. Y el mundo entero se sintió idiota.
Hace poco le dieron un premio a un periodista de las vísceras. Decían que por su estilo fresco, desenfadado, y alabaron el modo, la manera y las formas en las que lleva un programa, en prime time of course, en una cadena española. Ya se sabe que lo que vende es lo que llama la atención, lo desenfadado, lo trivial y lo impactante. Y ahora resulta que Karmele comiéndose un yogur es lo más. Pero en fin. Show must go on. Y agárrense la inocencia, no la vayan a perder en una de estas.


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