Manuela, 2

A lo largo de los años, procedió a esperarla, porque siempre supo que con Manuela no valían las prisas, ni los tonteos torpes. Se dedicó a simular una amistad sin compromisos, ni atracciones, una amistad limpia que oliera a limpio y a sencillo. Era una amistad, por lo mismo, superficial y conveniente; Jaime no hubiera soportado escuchar, ver o sentir según qué cosas. Y así, desde el primer día que la vio entrar en clase con el pelo corto, muy corto, y una media sonrisa bailoteándole en la comisura de los labios, Jaime aguardó su momento, porque se había enamorado y no podía llamar de otra manera a aquello. A ella sí la engañó, pero a sí mismo, nunca.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Encantadores los dos posts sobre Manuela. A veces, los jaimes esperan tanto la oportunidad, que la pierden... Un abrazo, querida amiga, y gracias por tus palabras tan cariñosas.