Cala Reona, 4

Lo importante es lo de en medio, siempre y cuando se tengan las riendas de la historia; si eres un lector no puedes hacer nada, sólo continuar leyendo o abandonar la lectura si no te gusta el rumbo que va tomando la historia. Cuando los autores son otros, sólo cabe aguardar el final o desviar el rumbo hacia otra cala.
Recuerda ahora los meses sumergidos, los minutos apáticos sin acertar qué hacer, ni qué decir, ni cómo actuar. Toda la historia se venía abajo sin argumento, el personaje principal ocupado en otras cosas y las circunstancias desfavorables; la suerte esfumándose como el humo de un cigarrillo. Tardó en darse cuenta. No podía hacer nada porque no había nada que hacer. Los autores de la historia eran otros; ella la lectora. Abandonar o continuar. Pero tardó en caer en la cuenta. A veces es duro dejar de leer cuando has puesto tanta ilusión al comienzo de una historia.
Así que se dejó llevar, a merced de los vaivenes que escribían los que entendían de eso, de la historia, y no hizo nada, ni por el aspecto de su pequeño piso ni por el suyo propio. Amarilleaban los azulejos de la cocina y en los rincones se afincaron pequeñas y grandes tejedoras. La enredadera se secó y quedó su cadáver reprochando el abandono. Los papeles lo inundaron todo; repisas, cajones, mesas.
La cala no es especialmente bella, pero atesora un cierto parecido con el joven rostro de una muchacha. Las aguas son cálidas y un niño se ha puesto el disfraz de buzo y vigila los fondos con la paciencia de un biólogo marino. Tal vez, de mayor, sea un pirata bueno (¿eso existe?). Los veleros despliegan sus alas en el lienzo azulón. La espuma blanca moja las rocas y los pies de la mujer.

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