El arte de la seducción

Los tiempos cambian que es una barbaridad; cliché que vamos repitiendo sin detenernos a pensar si realmente han cambiado tanto o, simplemente, los modos son distintos, las formas, los usos, los artilugios… pero el fondo, no tanto.
Un par de chicos de estos que no usan cinturón bajan por la calle. Son altos y delgados, desgarbados y un punto chulescos, como jóvenes lechuguinos del XIX vestidos con camisas de puños bordados, pero estos son del XXI y gustan de llevar pantalones caídos y camisetas de colores chillones y marcas visibles y archiconocidas. Caminan deprisa, como si los estuvieran aguardando en una cita súper importante (el arte de hacerse importantes). Detrás, un par de jovencitas morenas, guapas y modernas chistean (esto es nuevo, ¿no?) y ellos, sin cambiar el paso, dicen hola, hola, y siguen. Las chicas ríen por lo bajo y siguen chisteando. Ellos, cabeza alta, andares rápidos, ni se inmutan. Llegados a una encrucijada de calles, las chicas toman la primera intersección a la derecha. Ellos continúan… pero, ay. Ya no se escucha nada y, primero uno y luego el otro, se vuelven, y comprueban que ellas han abandonado…
¿Cómo resultaría la seducción? ¿Tendrían suerte?

Comentarios

Sirena Varada ha dicho que…
¿Qué es la seducción? Si es como el arte, y no se improvisa, presumo que ésta no llamó a sus puertas.
Claro que yo, pesimistamente, estoy convencida de que la atracción es una posibilidad en muchos, pero la seducción sólo el privilegiio de unos pocos.

Un abrazo
María Antonia Moreno ha dicho que…
Cuánta razón tienes Sirena.

Un beso