Una casa en la playa


No en esta cala, pero sí en otra de la Costa Brava, el joven pintor se dejaba querer por la aristócrata casada, allá en 1920.
La casita que le construyó la mujer era pequeña y pensada para el amor, un porche cubierto, un sólo dormitorio abrazando la cama, una cocina diminuta y unas vistas esplendorosas a la montaña y al mar azul. Cuentan que el pintor se bañaba con calzón a media pierna y eso fue el inicio del escándalo. A solas, se encerraban en la casita de invitados, el pintor se dejaba amar y ella amaba.
La descubrí en una revista de decoración, de esas que te muestran casas imposibles, casas bellísimas, que sólo parecen existir en las vidas de los otros.
Era una cala semejante a ésta. Con el mar y las montañas en derredor y la casa grande y las convenciones sociales, en la distancia. En 1920.

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