Remedio para las cuitas de un corazón

Hay unas poquitas monjas en el Monasterio de Madrigal de las Altas Torres y es una maravilla cómo refulgen las losetas del suelo, de puro limpias. Aunque levantadas y con grietas, se podrían degustar unas sopas de ajo sobre esas baldosas marrones. El monasterio se recoge sobre un claustro porticado que acoge a un pozo humilde. Hace siglos la más católica de las reinas nació en él. Las religiosas que habitan el convento han de ser extraordinarias; siempre lo fueron.

Allá por el siglo XVI, Fray Luis de León, en prisión, pedía por caridad el remedio para su maltrecho corazón: unos polvos que sólo sabía elaborar una monja del monasterio de Madrigal.
Allí viven hoy unas poquitas monjas, entre esculturas de santos y el brocal del pozo. En un claustro bellísimo, que se afanan en limpiar y que luce, orgulloso, esta inscripción:

“Y suplico a sus mercedes sean servidos dar licencia para que se avise a Ana de Espinosa, monja en el Monasterio de Madrigal, que envíe una caja de unos polvos que ella solía hacer y enviarme para mis melancolías y pasiones de corazón, que ella sola los sabe hacer y nunca tuve dellos más necesidad que agora.”
Maestro Fray Luis de León
(Pedimento en la cárcel, 31 de marzo, 1572)

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