No era Hemingway, 3 y fin


Veinte años de oficio le habían acostumbrado a pensar en términos de mala suerte, un día la buena se acaba y llega el mal fario y, contra eso, no hay lucha posible, toca apechugar y a otra cosa, mariposa. El director de La Verdad se jubiló y se fue a Benidorm a despatarrarse en una terraza y a comer chopitos, entonces, llegó otro, joven, recién llegado de Boston, con un máster a cuestas sobre Gestión y Organización de Equipos, y empezó a mandar en cristiano y en la lengua de la pérfida Albión, y entonces se le acabó la suerte.

La sección había adquirido un tono, como decirlo, rosa, le dijo el imberbe boss con retintín zumbón. No podemos permitirnos el lujo de no ser eficientes, le adoctrinó el JASP (Joven Antílope Suficientemente Plasta), sus métodos no son profesionales, escribimos un periódico no una novela por entregas, etcétera, etcétera, etcétera.
Y entonces, el mal fario. Despedida, quince días de preaviso, oficina del INEM, subsidio, mañanas de paseo y tardes de mus.

Y es que Ramírez no cayó en la cuenta. Los sueños no cuestan dinero, pero sí otras cosas, por ejemplo, un trabajo. Y es que… Ramírez no era Hemingway.

Comentarios