Distinto

Los álamos desnudos hacen cosquillas a la tripa del cielo,
cepillos oscuros que espantan visitas no deseadas.
De improviso el sol nace en la rasante del infinito.
El aire se ha tornado rosa y azul, niña y niño celestes
y un rumor antiguo late bajo tierra,
aguardando que los días limón lleguen para quedarse.
Mientras, la escarcha cae al pasto y el sembrado yace.
Y me pregunto por qué
caminamos por el mundo como si fuese nuestro.
En otro paisaje distinto, un hombre se ha teñido el alma del color de la lucha.
Amenaza al pájaro metálico con humilde lanza.
Defiende su casa. Su choza de madera circular agazapada en la selva.
Los árboles que abaten otros hombres
le lastiman el corazón.
Sólo quiere vivir como ha vivido siempre.
No es posible. Vagamos por la Tierra como si fuese herencia inacabable.
Los nenúfares navegan sobre el estanque,
la mariposa ámbar se posa en la niña de ojos prehistóricos.
Qué hermoso.
Habitamos este planeta como si fuésemos los únicos.
La fronda verde está lejana y nuestras cabañas son de acero.
Casi no recordamos cómo es el murmullo del río café,
el canto del gallo, el bermellón de un pétalo,
el rocío sobre la hoja.
Tenemos prisa. Hay que llegar a algún lugar y no importa para qué.
Un cerco se estrecha sobre otros modos de vida distintos,
y no sentimos remordimientos,
si acaso cuando la tele vomita imágenes de hombres atemorizados
por otros hombres iguales a nosotros mismos.
La mujer que recolecta el fruto
no viste como yo visto
no cree en lo que yo creo
no sabe lo que yo sé
no olvida lo que yo olvido
no ama a quien yo amo
no teme lo que yo temo
no come lo que yo como
no piensa como yo pienso
no camina por este camino.
Es hermosa. Habita este mundo que habitamos todos.

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