Oporto

Desde la otra orilla no se ven las arrugas, las grietas, los gestos de dolor. Desde el otro lado, las casas son amarillas y rojas, y se encaraman en la montaña para verse en el río. No se ven los mendigos que viven en las cabinas telefónicas y duermen sobre cartones. No se aprecian los desconchones de las casas ni las caries negras que dejaron los incendios.
Oporto es una mujer vieja que fue muy bella. Aún es hermosa, pero tarda tanto en arreglarse. Maquillada en tonos rosas y a la luz del atardecer es preciosa. A primera hora de la mañana, cuando se ha despertado sin adornos, despojada de artificios, se ven todas sus imperfecciones, todos sus quejidos, toda su suciedad.
Ciudad melancólica, ciudad desordenada, ciudad de solitarios. Oporto.

Comentarios