Morder el polvo

… adentro, mar adentro, mientras quede un solo remo... Manolo García

En la marquesina, el chico aguarda el autobús número 3, que pasa cada diez minutos, pero que hoy, que hace frío y quiere llegar a casa pronto porque está reventao de jugar al baloncesto, lleva retraso. Para colmo, junto a él, hay una mujer que no deja de pasear taconeando y una chica excepcionalmente guapa, rubia, con los ojos dibujados en kohl, que parece una modelo. Y claro, él está nervioso. No porque la mujer que taconea sea excepcionalmente hermosa, ni nada; es mayor, tiene treinta y tantos, y para él eso es como si ella aterrizara desde la Prehistoria. No por la chica que parece una modelo, que se recuesta en la barra de acero con los aires propios de las rubias que salen por la tele, porque, a ver, él no piensa decir ni mu.
Tiene dieciséis, es bajo, un tío normal, anodino, indiferente para las rubias y para todas. Viste una sudadera gris con leyenda en inglés (Don`t be cruel) y unos pantalones de chándal negros, nada, si no sabe decir ni hola con gracia. No. No es por eso. Está nervioso porque enfrente de la marquesina están el Jonny y el Kevin y, por si fueran pocos para montar en la noria, la Jenny y Cristina, ésta última la novia del Jonny, un fanfarrón de dieciocho que la abraza por la cintura como si en vez de a una chica llevara a un dogo alemán de la correa. Y qué guapa es Cristina. No como la chica rubia que está junto a él, sin verle, ajena al mundo y sus malos rollos, una tía experimentada. No. Cristina es delgada y morenita y tiene quince años y el pelo liso le cae sobre los hombros y se mueve con gracia. Para Cristina, él, que por cierto, se llama Pablo, no existe. Niente. Nothing. Nada. Por eso está nervioso. Porque el puñetero autobús número 3 lleva retraso, y el tal Jonny y su colega Kevin empiezan a cruzar la carretera, seguidos de Cristina (la ha soltado ya, como si fuera un perrillo que necesitara moverse y olisquear un poco solo) y de la Jenny, que no es novia ni nada del Kevin, pero que ya le gustaría dejar, por una vez, de ser la amiga de Cristina, la que emparejan con el amigo, y el amigo ni se fija en que ella, también, es una chica.
Cristina mira a Pablo con la indiferencia propia de la chica rubia que parece una modelo, pero que a ella no le queda bien. La Jenny no lo mira, va observando con detenimiento y precisión de cirujano plástico el trasero del Kevin.
El Kevin es el sosia del Jonny y ejerce. Que el Jonny se ríe, el Kevin se ríe. Que el Jonny vacila, el Kevin vacila. Que el Jonny está depre, el Kevin se angustia.
Ahí está Pablo, que los ve venir. Jonny ya se cachondea. Kevin le sigue el rollo.
Y han llegado. Pero ay. El Jonny que se fija en la rubia que se recuesta en la barra como si estuviera en la barra de un garito y no en la de una marquesina, esperando el bus (ella, el número 1). Cristina que lo ve todo y se enfurruña. Y entonces, mira a Pablo con renovado interés. Hola, Pablo, ¿qué tal? ¿Qué haces aquí, Papela?
La Jenny se ríe por lo bajinis, enterada de la maniobra de Cristina. Hola, dice Pablo, intentando que su cara no parezca una verdura de temporada. Hola, Cristina. Hola Jenny.
El Jonny deja de mirar a la rubia y se fija en Pablo. El Kevin mira al Jonny y ríe, mientras éste, se acerca a Pablo, baja la cabeza hasta que la punta de su nariz roza la frente de Pablo y le dice, chulo, pendenciero, un notas, vaya: Hola, Papela, hola, qué, qué me vas a vender, ¿una papeleta?
Pablo apenas tarda unos segundos en reaccionar. No está mirando a la chica rubia, que ahora mastica un chicle de clorofila y balancea una pierna, molesta o, tal vez, aburrida. No mira a Cristina, que se ha quedado parada, sin saber qué decir o qué hacer. No mira a la Jenny, pero sabe que ella sí está mirando. Y percibe como la mujer de la Prehistoria se ha quedado quieta y respira un poco más fuerte. Y escucha la risa del Kevin, vacilona, a ver qué hace ahora esté cagao, a ver qué le dice al Jonny, no hay cojones, sabe que está pensando.
Pablo traga y dice, alto y fuerte, sin apartarse de los ojos oscuros del Jonny (joder qué alto es el tío), a ti no te vendo nada, tío.
La Jenny grita como una sirena de ambulancia enloquecida: huuuuuuu, huuuuuuu, vaya humos que tiene el papela, Jonny, huuuuu.
Y como en una representación de teatro ensayada una y mil veces, porque esta no es la primera ni será la última, bien lo sabe Pablo, el Jonny lo zancadillea mientras lo agarra por el cuello. Las risas acompañan a Pablo en su caída, y apenas toca las losetas de granito con la espalda, ya se levanta, ahora sí, la cara de verdura de temporada. El Jonny lo deja estar. Hay una mujer mayor (tiene más de treinta, la tía, piensa) que lo mira con mala leche y la rubia se levanta y se va, porque llega su autobús. El Jonny se acerca a Cristina y le acaricia el trasero. Se ríen y el Kevin y la Jenny hacen los coros.
Pablo los mira de reojo, avergonzado, calibrando si hubiera podido pegar al Jonny un rodillazo en el estómago o en los huevos y si le hubiera dado tiempo a callarle la boca a Cristina con un muerdo. Bah. Deja de alucinar, Pablo.
Llega el autobús número 3, menudas horas, vaya una mierda, he hecho el tonto, como siempre. Entonces gira la cabeza y sorprende en la mujer mayor una sonrisa cómplice y un guiño fugaz, casi parece una chiquilla de quince. Y Pablo se monta en el autobús y piensa, joder, pues la pava esa no era tan vieja.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Cada vez escribes mejor, mª antonia. Me ha gustado mucho este relato, el lenguaje es el idóneo y la descripción de la escena, genial. Vamos, que no se le puede poner ni un pero... Veo que el año nuevo viene para tí lleno de inspiración. Un abrazo.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Querida Isabel, dudé mucho antes de escribirlo y aún más cuando decidí ponerlo en el blog, precisamente por el lenguaje, ya sabes, es difícil hallar el tono y más cuando se trata de jóvenes, por lo menos a mí me cuesta.

Un beso Isabel. Y gracias por tus comentarios, (que no sé si merezco del todo) pero que atesoro como un presente.
Sirena Varada ha dicho que…
Mª Antonia, los relatos sobre esta gente no me motivan mucho, casi me dan pena pero reconozco que lo has bordado y claro: ¡me lo he creído enterito!
... Y qué buen final.

Un abrazo

(Para mañana Domingo tengo un plan perfecto: mantita, casita, sofá y lecturas varias, entre ellas la guinda de tu última entrada)
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola, Sirena!!!
Abrazos