África

Era el primer día del año, hacía frío. Todos dormían.
Ella y él querían estar siempre juntos, al lado del mar. Decidieron casarse.
Hicieron las maletas: él metió la camisa azul celeste y ella no se olvidó de la toalla de Mickey. Empaquetaron las gafas de sol, el bañador rojo y el cuento de antes de ir a dormir.
De la cocina cogieron comida prestada: chocolatinas, pan, bollos con pasas. Para no pasar hambre.
Para no pasar frío, la promesa de la arena blanca, la espuma, el sol, y los helados de vainilla.
Ella convenció a su hermana. Les acompañaría, así no sentirían nostalgia.
Rompieron sus huchas: él la de Batman, ella la de Minnie; su hermana aportó el contenido de un cerdito rosa que se abría por la tripa.
Se tomaron de la mano y salieron a la calle. El plan era perfecto.
Un tranvía les condujo a la estación. Allí, un tren les llevaría al aeropuerto. Un avión les trasladaría a la playa de sus sueños.
El policía escuchó la historia de sus labios, junto al andén. Le costó convencerles. No tenéis billete de avión. No podréis llegar a África. Es mejor que volváis.
Cuando se tienen 5, 6 y 7 años, nada parece imposible.

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