Existe una regla no escrita que protege a los aborígenes de los comentarios de los turistas. Lo malo es que casi nunca se respeta, vas caminando por la ciudad, el pueblo, el caserío de turno y, así, sin pensártelo dos veces, tienes la necesidad de comentar en voz alta. ¿Esta es la plaza? Pues vaya una m. No te das cuenta de que por allí también caminan aborígenes, que van a comprar el pan, o al trabajo, hasta que uno de ellos fija su mirada asesina en ti y a ti no te pasa la saliva. Entonces, surge la tentación y reflexionas. Tal vez, deberían llevar una A grande y de color rojo que indicara su procedencia. De ese modo, nos abstendríamos de comentarios que puedan herir sensibilidades. Y es que a nadie le gusta que le recuerden los defectos de su pareja. Sí. En tu interior, sabes que tu novia es culona, tiene la nariz ganchuda, se ríe como un conejo y no para de hablar. Pero no te gusta que otro te lo diga. Porque es tu novia y punto. Y los defectos, ya se los conoces tú y ya los padeces tú. Pero es adorable. Y lo que quieres es que tus amigos te digan el buen tipo que tiene, lo encantadora que es, lo simpática.
Vi en la tele que los naturales de Venecia no soportan a los turistas. No puedo comprender por qué. Tal vez porque abordan la ciudad como si fuesen piratas, ansiosos de las fotos, de las góndolas, de las palomas, de los canales y del renacimiento. Tal vez. O tal vez porque alguno se queja de que en Venecia no haya más que agua, hay que ver.
Lo cierto es que si los aborígenes llevasen una A (no hace falta que los turistas lleven distintivo alguno, se les nota, se nos nota) todo sería más sencillo. ¿O no? Porque también está el turista que provoca. Que sabe que la plaza en cuestión está llena de naturales, y le importa un ardite. Le parece una m. y punto.
Quizás todo se solucionaría si comentáramos estas cosas en la intimidad de nuestro hogar. Pero, claro, perderíamos la emoción de que te pille un aborigen comparando su catedral con la tuya, su plaza con la tuya, su calle con la tuya… (ni que fuéramos duques).
No sé, esto tiene difícil solución. Esta mañana, he ejercido de aborigen. He escuchado a un turista comentar, cada ciudad tiene su horror, y esta… no he querido saberlo. He huido. Me he convertido en un aborigen que huye, como una especie en extinción. Pero qué quieren. Para mí es simpática, encantadora, bellísima. Y si está culona, pues mejor.
Vi en la tele que los naturales de Venecia no soportan a los turistas. No puedo comprender por qué. Tal vez porque abordan la ciudad como si fuesen piratas, ansiosos de las fotos, de las góndolas, de las palomas, de los canales y del renacimiento. Tal vez. O tal vez porque alguno se queja de que en Venecia no haya más que agua, hay que ver.
Lo cierto es que si los aborígenes llevasen una A (no hace falta que los turistas lleven distintivo alguno, se les nota, se nos nota) todo sería más sencillo. ¿O no? Porque también está el turista que provoca. Que sabe que la plaza en cuestión está llena de naturales, y le importa un ardite. Le parece una m. y punto.
Quizás todo se solucionaría si comentáramos estas cosas en la intimidad de nuestro hogar. Pero, claro, perderíamos la emoción de que te pille un aborigen comparando su catedral con la tuya, su plaza con la tuya, su calle con la tuya… (ni que fuéramos duques).
No sé, esto tiene difícil solución. Esta mañana, he ejercido de aborigen. He escuchado a un turista comentar, cada ciudad tiene su horror, y esta… no he querido saberlo. He huido. Me he convertido en un aborigen que huye, como una especie en extinción. Pero qué quieren. Para mí es simpática, encantadora, bellísima. Y si está culona, pues mejor.
Comentarios
En fin, María Antonia, que yo también me declaro sin ambages "aborigen" de mi tierra y de mi gente.
Un abrazo
Cecilia
Un beso
Un beso y feliz comienzo de semana