Rosario. (El blog de Sara, XVI)

Mi vecina Rosario aún vive. Es una viejecita de ojos azules que perdieron el brillo en algún recodo del camino. Está en una residencia desde que Zoé se marchó a Estados Unidos, hace ya seis años. Las dos siguen muy unidas, se escriben, se llaman, Rosario se conecta a internet una vez por semana y chatea con Zoé. La ayuda una chica joven, muy guapa, morena, que es voluntaria y pasa parte de su tiempo libre con los ancianos. Les lee. Les cuenta qué ha hecho el fin de semana, las fiestas a las que ha ido, los viajes, cómo le va en el trabajo. Debe ser buena chica, lo es, me asegura Rosario. Fíjate lo que me ayuda con estas modernidades del ordenador. Así puedo hablar con la niña, me dice.
Los ojos de Rosario recuperan una chispa si habla de Zoé. Qué inteligente es la niña. Cómo está de bien allí, cómo la quieren todos. Natural. Es un cielo de mujer, tan hermosa, tan lista. Y ahora que va a ser madre está más bella que nunca. Y me mira y me sonríe.
Por Rosario me enteré de que Zoé estaba embarazada. Pobre vieja. Fui a verla una tarde y la encontré con una foto entre las manos, la mirada perdida más allá de los cipreses del jardín. ¿Qué tienes ahí, Rosario? ¿Estás bien?
La niña, que creció. Va a tener un hijo. Ella, nuestra niña…
Se lo dijo antes. En una de sus conversaciones, o por carta, o por teléfono. Se lo confesó y estuvieron riendo y charlando acerca de los nombres si niño, si niña.
La cicatriz picó. Una de tantas. Quizás no estaba curada del todo. Qué esperaba. Rosario estaba allí cuando el primer beso, la primera decepción. Yo no. Nunca estuve. Le fallé. No le di lo que esperó de mí. Primero su padre y luego yo, hundida en un mar de resentimientos, trabajando, siempre trabajando. De niña no lo entendió. De mujer… de mujer ya los afectos estaban repartidos.
Rosario tenía en las manos aquélla foto amarillenta en la que se veía a Zoé niña, con dos trenzas rematadas en sendos lazos rosas.
¿Recuerdas? Le encantaba que le hiciese trenzas y que le comprara lazos de todos los colores, de todos… y ahora va a ser madre… qué bien…
Sí Rosario, qué bien.

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