Del tiempo, 3 y final

En la sala de espera hay mujeres jóvenes y viejas. Aguardando. En dos sillas contiguas se sientan dos mujeres, una muy joven, la otra ya no. Esperan. Una cumplió cuatro décadas y es un milagro. La otra cumplió década y media y es un drama. Cómo puede ser que sea lo mismo, pero no igual. La mujer de los cuarenta está asustada, la espalda doblada sobre tanta responsabilidad. Vive sola, trabaja, entra, sale, ya hace tiempo que no piensa en eso, no entra en el cálculo de sus probabilidades. Y ahora sí. Y no sabe si reír o llorar, como cuando lo supo a ciencia cierta. Y ahí está, en la sala de espera, con sus años detrás de ella y toda la inexperiencia del mundo, porque cómo se aprende. La niña de los quince se refugia en sus lágrimas porque no tiene otro lugar en el que guarecerse. Quebrada toda estrategia, sin táctica para vivir el día a día. No entraba en el cálculo de sus probabilidades. Tenía tiempo. Pero ahora pareciera que se le ha agotado, que ya no más. La mujer de los cuarenta está sumida en su propio desconcierto. Quisiera llorar o reír, pero es tanto el asombro, que no adivina cómo encajar en su vida aquello. O es que ha de componer otro puzzle con más piezas, otro que componga un paisaje distinto, y de pronto el tiempo que no creía tener surge delante de ella; un camino nuevo y desconocido que asusta, pero que es una manera de empezar algo, quizás mejor, más, no menos. La mujer de quince años que lo es sólo de sexo, no sabe de caminos ni de tiempos ante sí. Aguarda su turno mientras llora, y se imagina un puente que se desploma sobre un río joven, y otro, y otro más. Tanto tiempo como tenía y ahora se le agotó a destiempo. Porque el tiempo es así; sorprende regalándonos unas horas preciosas y huye de nosotros, como un fugitivo que escapa entre las montañas.

Comentarios

Carla ha dicho que…
¡Hola!

Acabo de leer este pequeño relato sobre dos formas tan diferentes, y tan extremas (¿O tal vez no? Depende de cómo se mire.), de afrontar la maternidad. Es curioso el montón de ideas que sugiere, el miedo, la angustia...

Respecto a la sugerencia que haces sobre mi entrada, creo que tienes razón. De hecho no me cuajaba tampoco a mí. He utilizado tu propuesta, aunque añadiéndole el "ya" porque quiero incidir en el significado confuso de que dota a la frase: ¿ya no me hace caso, pero antes sí, o simplemente ha decidido que no me va a hacer caso, sin importar el antes?

Y yo sigo pensando en esas dos mujeres...
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola, Cendra...
gracias por el comentario. Estas dos mujeres son unos ejemplos (o al menos yo lo he querido reflejar así) de cómo el tiempo influye en la maternidad. Angustia, tienen las dos. Pero una vislumbra un nuevo comienzo y la otra siente que todo se derrumba...
Bien, piensa... y escribe...