Del tiempo, 2

Como el personaje de novela que se extravió en otra. Cometió el error de enamorarse, escuchó la voz de sirena de algo que parecía amor y abandonó su oficina de detective, la petaca de güisqui en el tercer cajón de la mesa de color caoba, la pitillera dorada con la inscripción Siempre tuya, G. y tres cigarrillos de tabaco negro, el sombrero marrón en el perchero junto con la gabardina gris, la secretaria rubia y pechugona, la vieja máquina de escribir, las fichas de los casos clasificados por orden alfabético (adulterio, bigamia, casamiento, divorcio, engaño, frívola, gineceo, huida, infidelidad, jaleo, ley, matrimonio, nonato, oprobio, perfidia, quebranto, ruina, separación, traición, ubicuidad, vileza, zaherimiento), las novelas de Agatha Christie, el ruido del tráfico en la avenida, las llamadas de teléfono impertinentes (cuando echaba una siestecita, cuando bebía de la petaca, cuando buceaba en el escote de la mecanógrafa, cuando se encendía un cigarrillo), lo abandonó todo. Caminó por las páginas que antaño desprendían un tenue aroma a cianuro y ahora se le antojaban espesas y sucias, como la moqueta perfumada de un club, y llegó hasta la anteportada, la portada, las guardas, abrió la cubierta verde de pasta dura que se estaba empezando a resquebrajar en las esquinas, salió del libro, y cerró dando un portazo. No le sirvió de nada la experiencia acumulada en tantos años de profesión, ni los líos con las muñequitas de la alta sociedad a las que trató como a mujeres de la vida: dejándolas en el margen de cualquier fragmento, mirándolo con un mohín de zapatos de tacón y medias de costura, ni las relaciones ocasionales con las mujeres de los bares de alterne a las que mimaba como a damiselas: tumbándose con ellas en el capó del descapotable gris, bajo las estrellas de un cielo de novela negra, al arrullo de las sirenas de la policía, iluminados por una luna esquiva que se colaba de rondón entre párrafo y párrafo. A pesar de contar con un buen número de casos documentados, en los que se había dejado las pupilas y algunos trozos del alma, casos que le habían cosido a puñaladas los adentros, que le habían mecido como un rumor de olas, que le habían herido por la espalda a traición , que le habían hecho más viejo y más incrédulo y un punto cruel y egoísta, a pesar de tanto tiempo empleado en almacenar alfabéticamente todas las trampas de eso parecido al amor, a pesar de ello, no quiso quedarse en su novela de crímenes y huyó de su historia, caminó días y noches por las estanterías, buscando el título exacto, la cubierta indicada, el aroma a lilas de una noche de junio y la voz de una mujer cantando un bolero. Se extravió, aquel relato no le pertenecía, acaso la mujer tampoco, ella y los boleros y el aroma a lila, y la noche de junio eran de otro, el de siempre, el personaje principal, el héroe, el hombre bueno que lucha contra todo y todos por el amor verdadero; no eran de él, del detective viejo, del detective cínico que había seguido una voz para volver a la inocencia y no, se había confundido, ahí estaba él, el personaje secundario, el detective al que la chica llama, ayúdeme por favor, y mira con sus ojos negros de novela policíaca y él no quiere, no, pero se enamora, se lo cree todo, el aroma, la noche, junio, las lilas y él, otro, otro lila más. Y después cómo es que se regresa a tu propia historia, cómo, cómo vuelves a irte de otra ficción y vas buscando entre las estanterías, con riesgo de caerte, con riesgo de herirte con las afiladas esquinas de los libros nuevos, y buscas, indagas, preguntas y no te quedan ganas de entrar en otro libro, ni en aquel del que te fuiste dando un portazo, porque intuyes que no, que ya no, que ese libro ya no te pertenece, que se te perdió el tiempo, que lo perdiste, que lo tuviste en el hueco de tu mano y se escapó como una paloma asustada.

Comentarios

Thelma Hawkins ha dicho que…
Oys, pero qué arte más grande!!!!

Oleeeeee...así me gusta, así...
María Antonia Moreno ha dicho que…
Oys, te guta???
Es que ya sabes que a mí, los detectives con gabardina, con secretaria rubia pechugona y petaca que se enamoran de la chica mala de ojos lánguidos... en fin, qué te voy a decir. Será por mis lecturas de Chandler, en especial, El largo adiós...

Y de tu arte, qué, cuando vamos a poder leerte?????


Bechos
Sirena Varada ha dicho que…
Querida Mª Antonia, vuelvo a visitarte y encuentro un montón de entradas nuevas. Como no pienso dejar de leer ni una comienzo por esta serie de tres relatos cortos que has denominado “Del tiempo” y que (para variar) me han encantado.

(Notas a pie de página):
-Del uno, me ha impactado la atmósfera, ese brindis “al cielo y al infinito, a la sal y al naufragio”; creo que no se puede decir más. Así es como se debe de brindar cuando se sabe que es la última noche.

-Del tres, me ha inquietado la metáfora de la mujer que “ha de componer otro puzzle con más piezas, otro que componga un paisaje distinto”… ¿acaso no es ese nuestro empeño cuando emprendemos un camino desconocido?

-Del dos, ¡¡ay del dos!!... ese juego detectivesco entre el detective y el relato, personaje secundario y protagonista, el pertenecer a la historia de otro libro... Desde un punto de vista literario y estético es ¡¡¡inteligentísimo!!! Y como siempre me he declarado una gran admiradora de tus letras no tengo ningún reparo en decir que es excepcional.

Un abrazo

(Estaré de vuelta prontísimo para seguir leyéndote con la atención que merece todo lo que escribes.)
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola, Sirena... gracias mil...

Un beso!