Las añagazas del amor II (final)

Después, cuando se supera la etapa del tonteo, de las miradas furtivas y descaradas, del quítate pa’llá, ven pacá, si tú quisieras, móntate en mi moto, vamos, dame que te doy, comienzas a darte cuenta de que el amor con mayúsculas, o sea, el AMOR (o lo que sea), ha llamado a tu puerta y todo lo demás, los besos que diste y no te devolvieron, aquel hombre que te volvía loca sólo con decir tu nombre, cuando estaba con los amigotes de partida, cuando te olvidaba en el supermercado con las bolsas repletas de potitos y yogures y amargura y mala leche y aquella mujer que te quitó el sueño, el hambre, la comida, la casa, el permiso para ver a tus hijos, todo, todito, todo, se difuminan en una niebla entre violeta y rosa, y no es que la vida sea muy perra (que también), lo que pasa es que no tuviste suerte (que también) y la vida a veces es muy hermosa, o lo parece (que también). Pues eso, que ahora estás en esa etapa en la que bang, el amor te golpea en el pecho y te deja sin aliento y no sólo lo sientes, no, si no que lo dices, porque las piernas no te sostienen, porque pasas el día pendiente del teléfono, porque escribes cuando te distraes el nombre de él o el nombre de ella, porque si los cristales están empañados dibujas un corazón y si las gotitas de agua corren por el vidrio para echar una carrera, no son gotas, no, qué va, la más gorda eres tú que va detrás de la más chiquitina, que es él, o ella, y la alcanzas, y la abrazas, y te fundes, se funden, os fundís, en una gota enorme, grandota, una gota de amor (o lo que sea).
Así que en esas estamos. Aún no has adquirido la costumbre de verle recién levantado, en calzoncillos grises (porque él nunca usa pijama) y ella no se pone la mascarilla en el pelo delante de ti, ella huele bien y él siempre está afeitado, las veces que el sol entra por la ventana y os sorprende en el lecho (fijaos qué poema, qué frases), te parece irresistible con su pelo despeinado sobre la almohada y él está encantador, desnudo sobre las sábanas. Pero ay. La convivencia será el siguiente paso, tener un hijo, o dos, llegar cansado a casa y no afeitarte, rascarte la tripa o lo que sea, no depilarte las piernas porque, total, qué más da. Eso si eres cuarentón bragado o mujer en la cuarentena, ya sabes, de armas tomar.
Y si eres joven imberbe o jovencita de acné recurrente, lo siguiente será el noviazgo, vamos, ya sé que eso no se lleva, quiero decir, que seréis amigos en exclusiva, nada de enrollaros con otros, exclusividad total, sólo en su coche o en su moto, te llama y bajas, dónde vamos, total, no me cambio, qué más da que me vea en chándal, qué más da que me vea con el pelo en una coleta, no tengo ganas de lavármelo hoy.
Sin embargo, hay valientes que perduran y persisten. Qué ánimo. Aunque hayan tenido otros desengaños o sean unas inocentes palomillas. Qué cinismo, igual es amor (o lo que sea). Pues eso, que son valientes o inconscientes, porque el arrojo y la inconsciencia van unidos, porque la sensatez nunca guió a estas cosas del corazón, o de la bragueta, vaya usted a saber. A lo mejor es que son asuntos del amor (o lo que sea). Persisten. Y se van a vivir juntos. O salen en exclusividad. Y ya se sabe. Toca lo que toca. Las cenas ante la televisión. El pijama extragrande, el calzoncillo abanderado gris. La tarde en el banco comiendo gominolas, ay, qué ilusión, has comprado de las verdes, las que me gustan. Bueno. No tengo nada en contra. Igual sois felices así. O no. Quién sabe. Igual esta vez dura. Igual estos chiquillos terminen yéndose a vivir juntos y se hipotequen. Quién sabe.
A mí lo que me hace gracia es el momento, el instante en que salen esas palabras de tu boca, o de la suya, o de la mía. Ay, churri. Ay, amor. Que todo lo que he vivido, todo lo que he sentido, todo lo que he penado, todo, todito, todo, cobra sentido ahora que te encontré. Porque antes, de esto del amor (o lo que sea) oyes, es que ni puñetera idea. Y en la cartera guardas las fotos de tus churumbeles: tres, dos niños y una niña, y de tus ex maridos: dos, un cajero de un supermercado y un electricista que se parecía a Viggo, y del chico que te dio tu primer beso. Pero quita. Todo, todito, todo, era por encontrarte.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Leyendo tu magn�fico post me ha venido a la memoria el maravilloso libro "Bella del Se�or", (a m� me fascin� aunque reconozco que pocos de mis amigos pudieron con �l). En �l, los enamorados mantienen siempre la apariencia precisamente para no caer en la rutina y en ese verse el uno al otro tal como son: lega�osos y despeinados cuando se levantan, descompuestos cuando algo les duele o les ha sentado mal la comida y les huele el aliento. Pero todos los esfuerzos que realizan son vanos: el amor se pude y hiede. Besos, querida amiga.
Aurefaire ha dicho que…
es lindo poder encontrar alguien con quien ser uno mismo...
besitos de hada amiga... :D
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola; Isabel.
Acabo de postear otra historia de otro tipo de amor... o que habla de cuando la rutina se instala en esto del amor, y quieres novedad y la tienes y pierdes la rutina y luego caes en la cuenta de...
Un abrazo, no conozco ese libro que dices, investigaré a ver si lo encuentro.
Muchos besos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola, Aurefaire. Sí, ser uno mismo... ¡y que al otro no le moleste!
Un beso
Anónimo ha dicho que…
Un electricista que se parece a Viggo???!!!

Tengo los plomos fundidos, auxilio!!!!!

Jejejeje....

La Ce.