Carta encontrada en una tetera

Querido Max, qué buena es la vida junto a ti. En otro tiempo, cuando aún no sospechaba que pudiera conocerte, me desesperé y creí perder la razón: estaba demasiado enamorada. Amaba a Archie por sobre todas las cosas y aquella traición casi arruina mi salud, ésa que tú dices que es indestructible, a pesar que sé que me paso con las galletas de mantequilla. Ay, Max. Qué bien se está aquí, en este balcón, junto al Tigris, en medio de mi amada Bagdad. Pronto volveremos al yacimiento. Me gusta tanto verte, tan seguro, con esa fe inquebrantable del que sabe que encontrará maravillosos objetos del pasado. Antes, cuando aún no intuía que pudiera existir otra vida más allá de mi hija y Archie, quién me iba a decir que te encontraría y viviría junto a ti en tantos sitios maravillosos, Max.
Gracias por cuidarme como a una de tus antiguas cerámicas. Qué bellas son. He admirado una a una las piezas que encontraste la última temporada y es algo en verdad prodigioso cómo han recuperado la textura y el color que perdieron en el tiempo, querido mío. Ahora estás revisando mis fotos, confío en que serán de tu agrado, las tomé con mucho cuidado, acaricié los bordes de aquel jarrón roto, soplé la hendidura de la vasija, descubrí el maravilloso índigo en el fondo del cuenco. Luego, fotografié una a una las piezas como si fueran los años que llevamos juntos, mi Max.
Una vez me perdí de mí misma y me escondí tras un personaje inventado, Max. Me fui a un balneario, jugué al bridge y tomé innumerables tazas de té con abundantes bollos y pastel de jengibre. Como nadie acudía a visitarme, me angustié y puse un anuncio en un periódico, igual que si estuviese enredada en un misterio en el Orient Express. Parece que alguien me reconoció y me hallaron desconcertada y con buenas ganas de comer. Cómo te burlas de mi gusto por la comida, Max. Ya sabes que he de estar gravemente enferma para que mi legendario apetito me abandone. Luego, todo un revuelo. Archie fue a buscarme y no le reconocí. Apenas me acordaba de mi Rosalind, pobre hijita. El secreto sólo yo lo sé. Me escondí tras un personaje ficticio como había hecho siempre.
En realidad, por eso escribo Max. Tú lo sabes bien. Fabular historias, amores, vidas turbulentas, cadáveres en bibliotecas, tinglados en el tren, detectives infalibles… ah, eso hace que la vida valga la pena, mi amado Max. No es que a tu lado no sea feliz. Si estuviese un poco menos gorda, si fuese más joven. Tú lo eres. Bromeo y digo siempre que las mujeres se han de casar con arqueólogos: cuanto más envejecemos, más nos valoran. Así me parece que ocurre con lo nuestro. Y sin embargo. Me gustaría ser hermosa, con los ojos violeta, rubia y nada convencional y tener la agilidad de un cervatillo para ir tras asesinos por la campiña inglesa. ¿Ves? Ya me estoy enmarañando otra vez en fantasías locas. Me pregunto si te cansarás de mí, Max, cuando esté tan vieja que los años se me precipiten de golpe y tú empieces a notar la diferencia cuando visites a tus amigos arqueólogos y a sus jóvenes esposas. Ay. Pero… no quiero pensar en ello. Está fabulosa la tarta de zanahoria, la receta que me dio la señora Woodrooch es exquisita, he de escribirle una carta. Ya estarás terminando de mirar mis fotos, mi Max. El desayuno estaba exquisito. Qué buena es la vida junto a ti, Max. Voy a sacar la mesa con la máquina portátil y voy a continuar la historia de la que te hablé el otro día. Transcurre en Petra (qué momentos vivimos allí) y hay una malvada y dominante bruja a la que todo el mundo desearía ver muerta. También habrá amor, eso gusta a mis lectoras. Y aventura. Ay, qué bien he desayunado, qué dulce la tarta, qué dulce tu amor por mí, Max. Cómo te quiero. Bueno, basta ya, Ágatha, deja de enredarte en fantasías y a escribir. Ay, así. Ya estoy levantada. La máquina, aquí. La mesa con el desayuno allí. Estoy tan cómoda. Y el sol, y el Tigris que presiento. Y tú, adentro de casa, con mis fotos en tus manos, como si fuesen mis manos, Max.
Querido Max, qué dulce la vida junto a ti. Quién lo hubiera imaginado.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mis respetos a tu originalidad. Aunque no creo pudiese entregarse de ese modo a una relación, alguien que se pasó una vuda citando cadáveres.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias Mamen. ¿Ya volviste? ¿Qué tal la presentación de tu libro?
Un beso
María Antonia Moreno ha dicho que…
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María Antonia Moreno ha dicho que…
Querido usuario anónimo... siempre he creído que Aghata tenía un maravillo sentido del humor y pasión por la comida... ¿por qué no por el amor?
Bienvenido
Anónimo ha dicho que…
Porque el humor no sabe de llantos, y la pasión por la comida no es más que un apetito domesticado. Sus detalles a la hora de reunirse en la bibleoteca, narrando paso a paso lo ocurrido, en nada entona con su superfluo modo de trasmitir un romance. Ya lo dijo Heminwey, "un buen escritor, aunque mienta, siempre escribe sobre lo que sabe". Del misterio tomó el tronco y modeló a su justo antojo y ganas, pero del amor se conformó con tan sólo un puñado de astillas regadas.
Siempre me agradó su inteligencia, pero al Cesar lo que es del Cesar.
Gracias por la bienvenida.
Clo.
Anónimo ha dicho que…
Me encanta. Un beso!
Aurefaire ha dicho que…
Q hermosa historia!!!!!!!!!!!
me dejo un saborcito a pasado muy calido!!!!
Besitos de hada amiguiz!!!!!
María Antonia Moreno ha dicho que…
Bien Clo, respeto tu opinión, of course. hasta pronto.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias línea 12, besos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Besos de ser humano, aurefaire!!!!!
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
¡Agahta querida...! Nunca te imaginé tan dulce, tan amorosa. Claro, siempre andabas inventando crímenes y, casi sin darme cuenta, pensaba que sólo veías el mal. Pero no. Quizá el ver el mal con lupa te hizo tan tierna. Menos mal que no echaste té en la tetera. Besos.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Ji ji
No sé si Agatha fue tan dulce como la imaginé...!!!! Pero sí que le gustó mucho el dulce, como a mí!!!! besitos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Besos Ailice... gracias
Te prometo que te escribiré pronto.