Otras calles, otras plazas

Caminar por una ciudad parecida a esta, pero distinta. Encontrar otra plaza con pórticos y escaparates y tener otra vida, no mejor ni peor, porque quizás esta es la que merecemos. Niños que juegan a la pelota vestidos de rosa. Niñas que juegan con una cometa, vestidas de azul. Y unas mujeres que toman café con leche mientras las gentes pasean, demorándose en cada loseta, en cada arco. Y callejear por otros lugares diferentes para tener un futuro distinto a éste. No mejor ni peor, diferente.Y apagar esta inquietud sin nombre, esta ansiedad sin tino, este querer cambiar todo, hasta a ti mismo. Y mutar el aire gris por otro aire, que será transparente o, tal vez, gris. Porque el escenario puede ser otro, pero será el mismo. Y buscar otros amigos que nos cuenten desdichas de amores, cómo pagan la hipoteca, cómo se levantan por las mañanas y en qué ocupan las tristes tardes de domingo. Y entrar en la plaza de esa ciudad ajena con la curiosidad intacta, como el niño que va al cine a ver una película de buenos y malos y sabe que ganarán los buenos, pero se pregunta quiénes serán los vencidos. Todos. Y sofocar este anhelo inquieto de llegar hasta aquí y ya no más. Comenzar de nuevo aunque lo que nos espere sea más de lo mismo, se llame Pedro o Juan. Convencernos, el porvenir será incomparable: la iglesia tendrá una torre más alta, el nido de cigüeñas será habitado por aves exóticas. Y pasear por los callejones de una ciudad extraña, que sea parecida a la nuestra, pero que nos libere de los recuerdos de una vida: un primer beso, una discusión, un llanto sin consuelo, una pasión, un juego sin sentido. Y al final, saber que es lo mismo, que vivimos en otro lugar que la fuerza de la costumbre ha hecho nuestro. Y volver a la rara desazón de querer huir de los chopos blancos y del puente viejo y de aquella noche. Y querer partir a otros días que se parezcan a estos pero que no lo sean. Y caminar por una ciudad semejante a esta, pero que no sea esta.

Me voy unos días a buscar... otras plazas...