De Hopper y el mar






El mar es un charco de lágrimas tristes que entonces nos parecía dulce lago. Es lo que tiene ver pasar los años y comprender que no se es joven. Que ya no persigues el vuelo de la cometa. Que el agua está demasiado fría y el viento deja un rastro de sal en medio del olvido. Que tus ojos no son tan límpidos y que olvidaste la forma y el color de los muebles de la casa de la playa; que la gran mancha azul te parece triste, extrañamente. Ayer fue gozosa, qué extraño. Éramos jóvenes y atléticos. Con el lienzo negro abrigándonos, tú me hacías reír y ponerme seria cuando me contabas de tus hazañas. Siempre me querrías. Siempre te querría. Teníamos los miembros fuertes y ágiles y los corazones flexibles, camas elásticas que el tiempo endureció. Nos gustaba el agua salada, los granos de arena resbalando entre los dedos, las cometas dibujando piruetas en el cielo, las gaviotas volando igual que aeroplanos, los niños chillando, la espuma blanca, el viento helado. Nos gustaba la vida y nos gustábamos nosotros, atléticos y fuertes, mi melena al viento, tú mirándome a los ojos, el cielo oscuro cobijándonos aquellas noches tan jóvenes. Pero pasó tiempo y la sal se me antoja triste. Qué raro. Siempre te querría. Viviríamos cerca de la playa en aquella casa de mis padres o en otra, pero siempre cerca del mar, junto al embate de las olas. Las rocas murmurando, las gaviotas volando, la blanca espuma haciendo cabriolas.
Pasaron los años y vivo tan lejos del mar que me consuelo con el rumor de los árboles. Vivo tan alejada del mar que entorno los ojos e imagino que las olas son verdes y rumbosas, como las ramas de abeto bailoteando al sol. Desde este mirador acristalado el océano de los árboles me arrulla en las tardes de invierno y me consuela. Siempre me querrías. Hace unos meses te vi en la estación de servicio. Comprobabas no sé qué en los surtidores rojos. La gasolinera no estaba junto al mar. Había abetos y pinos y álamos blancos. Por un momento me pregunté si el murmullo de las hojas no te consolaría en medio de la noche. A ti. A tu corazón. El mío, que ya no es flexible ni joven, aún se estremece al compás de los recuerdos. ¿El tuyo también?

Comentarios

María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola Luis. La vida y el amor no serían los mismos sin las promesas eternas, aún cuando puedan ser incumplidas. Afortunadamente, puedes ir al mar y otear el horizonte a la búsqueda de la cometa que vuela...
Besos
María Antonia Moreno ha dicho que…
Pues sí. El mar y el amor siguen por ahí.
Besos No te salves
Carolina Piñero Gabardino ha dicho que…
wow! Precioso!!! Ha sido increíble haber encontrado tu blog... Me encanta leerlo, de verdad.
Enhorabuena!!!
María Antonia Moreno ha dicho que…
Muchas gracias, bottonpop,
me alegro que te guste, nos vemos en tu blog.. y por aquí siempre que lo desees, gracias!!!!
thirthe ha dicho que…
se estremece, pero la mejor manera de confirmarlo es preguntándoselo, no crees?

besos.

yo tampoco puedo pasar mucho tiempo alejada del mar.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Hola Thirthe qué sorpresa!
gracias por tu visita
Lo mejor es preguntar, sin duda.
bueno, a ver si este verano podemos acercarnos al mar...
besos