Fue un día de mucho calor en Madrid. El sol
(tomándole prestada a Neruda la idea) se prendía de los cuerpos, las ropas, los
cabellos. La ciudad me regaló historias de color deslumbrante. Amarillo.
La melena de una muchacha, en uno de los
jardines de la Plaza de Oriente. La huidiza chaqueta de una mujer joven. Los
arbustos. Los melocotones. Las palmas apoyadas en el muro de la iglesia de la Calle Alcalá,
mientras hordas de turistas íbamos y veníamos con ojos hambrientos. El jersey
de la ciclista reidora. Marcos dorados. Un día amarillo, de gentes bulliciosas,
murmullos de agua, sonidos de arpas y violines, y el traqueteo del metro
repleto de maletas y anhelos. Amarillos.
Fotos: María Antonia Moreno, Madrid, marzo 2015
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