Repaso instantáneas tomadas hace meses. Cuando todo parece posible y el mar está ahí, acunándote.
En los hervideros sólo hay claro y oscuro, pero están todos los matices. Azules lavanda y azules pavo. Ocres rojizos y castaños dorados. Negro azabache y amarillo templado.
Sucede en los acantilados; cerca del mar, cuando hay riscos y agua salada y la tarde queda aún lejana. Entonces, la sal se deposita en cada oquedad, en cada grieta, como si quisiera conocer toda la cartografía de la piedra. El agua acaricia, baña, golpea, azota. La espuma blanca del oceáno se asemeja a la superficie de un caldero de sopa puesto a calentar. Son Los hervideros de Lanzarote. Pero también La Boca del Infierno en Cascais. Y el Cabo de San Vicente, en el Algarve. Y el Cabo de Palos en Murcia...
Sucede cuando el mar se enoja y se apacigua y pasan los días y las noches. Entonces, el mar busca cobijo tierra adentro para huir de su propia inmensidad. Y la tierra se adentra en el oceáno para aliviarse las penas.
Lanzarote, Los hervideros. Fotos de María Antonia Moreno
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Un beso, amiga.