Hay viajes en tren que transcurren sin pena ni gloria. El traqueteo se hace insoportable y la cabeza se nos va en un vahído que no tiene nada que ver con el amor, la ilusión o la enfermedad de la belleza. Los vagones huelen a plástico, la cafetería está demasiado lejos y total, para qué, el té sabe a desinfectante y el café parece achicoria endulzada con sal. El libro que trajimos no nos engancha. Nuestros compañeros dormitan o leen. Ha oscurecido y no vemos el paisaje. Todo es un deslizarse monótono. No solemos jugar a la play. No hemos traído el mp4, no hay red, no hay cobertura. Y, de pronto, una película:
Una mirada cómplice con el compañero de viaje. Una lágrima atrevida que no sabemos por qué ha venido. Y caes en la cuenta: a lo peor él no la ama. Sólo la necesita.
Una mirada cómplice con el compañero de viaje. Una lágrima atrevida que no sabemos por qué ha venido. Y caes en la cuenta: a lo peor él no la ama. Sólo la necesita.
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Abrazos
¡Aunque no vayas en tren!
Un beso
Un abrazo