Era toda una hembra y el título no es frase hecha. Las armas las tenía a punto, perfectamente engrasadas; el pelo largo y negro, los ojos revoltosos, la cintura un breve suspiro y las piernas kilométricas, enfundadas en unas medias de costura. El vestido rojo no servía para cubrir un espectacular escote, ni para vestir ese cuerpo formidable; sólo moldeaba cada curva y cada rincón. Solamente.
La oficina bancaria era el escenario del día y ella lo sabía bien puesto que lo había decidido así. El cajero la atendía volcado en el mostrador, bebiéndosela como si fuese agua en el desierto. Otro hombre entró entonces, Juanillo, ¿cómo va la mañana? y un guiño malicioso cerró su ojo derecho mientras que Juanillo, Juan, el cajero, se enderezaba ostentosamente y su rostro se teñía de bermellón. Bien, don Andrés, bien. Todo perfecto.
Perfecto fue el meneo de melena que la mujer dedicó a don Andrés, dibujando con precisión en el aire un revuelo de negro infierno.
Perfecto fue el meneo de melena que la mujer dedicó a don Andrés, dibujando con precisión en el aire un revuelo de negro infierno.
Comentarios
Un abrazo
Un beso y cuéntanos (cuando puedas) cómo te va en las ferias y en esos eventos tan importantes!!!