Y
Y que el tiempo no es mío.
Y que un pájaro azul
¿o fue violeta?
perdió sus alas
en un amanecer oscuro
y cayeron sobre mí
y creí que eran mías.
Y ahora tengo que devolverlas.
Dulce Chacón, de su poemario Contra el desprestigio de la altura.
Estoy en un refugio de cristal que parece fundirse con la piedra y el agua. Afuera debe hacer frío, la lluvia tamborilea las ventanas como en aquel poema de Machado, pero esto no es la clase, ni yo un colegial, y, sin embargo me sentí así, joven y aprendiz. La espuma me recuerda tus ojos reidores; está brava la mar, brava y magnífica, los penachos blancos deshaciéndose entre las rocas. La lluvia y el mar se entremezclan; como lo salado y lo dulce en la vida. No eres la mujer más hermosa que yo haya conocido; cómo me acuerdo de ti en medio de esta tempestad y este tiempo de perros. Si estuvieses aquí, hubiésemos reído bajo la lluvia, mojados de sal y azúcar, convertidos los paraguas en cometas de este cielo de diciembre. No eres la mujer más bella que yo haya conocido; y sólo atiné a decirte bien, estoy bien y tú cómo estás, cuando llamaste, hace días. Mal, gritaban los poros de mi piel, mal, estoy muy mal sin ti, no te vayas por favor, visítame otra vez, vayamos a los lugares que avistamos en nuestras conversaciones de sofá y brasero, vayamos, mal, estoy fatal desde que no vienes a casa, lo decía mi corazón maltrecho y viejo, mal. Pero dije bien, estoy bien, y tú por donde andas, cuáles son tus planes, me alegro por ti. No comprendo cómo no escuchaste mi alma, o sí, tiene explicación, se había hecho pequeña y revoloteaba en mi garganta como un pájaro asustado; eso sí lo advertiste; ¿estás bien? Sí, estoy bien, igual que si me hubiese atropellado un camión, bien, muy bien.
Si estuvieses sentada aquí, a mi lado, en esta taberna que se encarama a las piedras como un barco de cristal que desafía al Atlántico, si tuviese la promesa de verte, menuda y blanca, encantadora como una tarde de junio al sol, no la mujer más guapa que haya conocido, pero sí la única, inolvidable.
Y que el tiempo no es mío.
Y que un pájaro azul
¿o fue violeta?
perdió sus alas
en un amanecer oscuro
y cayeron sobre mí
y creí que eran mías.
Y ahora tengo que devolverlas.
Dulce Chacón, de su poemario Contra el desprestigio de la altura.
Estoy en un refugio de cristal que parece fundirse con la piedra y el agua. Afuera debe hacer frío, la lluvia tamborilea las ventanas como en aquel poema de Machado, pero esto no es la clase, ni yo un colegial, y, sin embargo me sentí así, joven y aprendiz. La espuma me recuerda tus ojos reidores; está brava la mar, brava y magnífica, los penachos blancos deshaciéndose entre las rocas. La lluvia y el mar se entremezclan; como lo salado y lo dulce en la vida. No eres la mujer más hermosa que yo haya conocido; cómo me acuerdo de ti en medio de esta tempestad y este tiempo de perros. Si estuvieses aquí, hubiésemos reído bajo la lluvia, mojados de sal y azúcar, convertidos los paraguas en cometas de este cielo de diciembre. No eres la mujer más bella que yo haya conocido; y sólo atiné a decirte bien, estoy bien y tú cómo estás, cuando llamaste, hace días. Mal, gritaban los poros de mi piel, mal, estoy muy mal sin ti, no te vayas por favor, visítame otra vez, vayamos a los lugares que avistamos en nuestras conversaciones de sofá y brasero, vayamos, mal, estoy fatal desde que no vienes a casa, lo decía mi corazón maltrecho y viejo, mal. Pero dije bien, estoy bien, y tú por donde andas, cuáles son tus planes, me alegro por ti. No comprendo cómo no escuchaste mi alma, o sí, tiene explicación, se había hecho pequeña y revoloteaba en mi garganta como un pájaro asustado; eso sí lo advertiste; ¿estás bien? Sí, estoy bien, igual que si me hubiese atropellado un camión, bien, muy bien.
Si estuvieses sentada aquí, a mi lado, en esta taberna que se encarama a las piedras como un barco de cristal que desafía al Atlántico, si tuviese la promesa de verte, menuda y blanca, encantadora como una tarde de junio al sol, no la mujer más guapa que haya conocido, pero sí la única, inolvidable.
Comentarios
Las palabras que no se quedan en el borde de los labios.
Muy hermoso, Mª Antonia.
Me ha encantado, MªAntonia
Un abrazo
Gracias, querida amiga.
Un beso
Excelente este último.
Tienen tus textos una indumentaria verbal tan sencilla como sólida.
Textos que enganchan.
Esta es tu casa siempre que quieras
Saludos