Al final de la calle, hay un último bar que da a una plazoleta con bancos y farolas rotas. La mujer entra y pide un litro de cerveza. El camarero la mira. Ella es consciente de que no tiene pinta de beber a morros, de que va vestida con un traje de chaqueta y falda de raya diplomática, abrigándose con un abrigo largo de buena factura, los pies alzados en tacones de quince centímetros. Sonríe para sí. Es una precaución que últimamente no olvida, quizás porque definitivamente ya no soy joven, piensa de nuevo. En su bolso negro guarda un par de zapatillas que se calza ante la mirada, cada vez más curiosa y divertida, del camarero. Paga el litro, el bolso se lo pone en bandolera con los zapatos altísimos adentro, agarra la botella de cerveza con decisión y asalta la plaza como una pirata con sable.
En un banco está Rodrigo, con otros dos chicos. Se acerca airosa y decidida, aunque el corazón empieza a latirle un poco más deprisa. Un oportuno tropezón y zas, una lluvia amarilla y espumeante le chorrea encima al tal Rodrigo, que se levanta furioso acordándose de todos los antepasados de nuestra mujer, que sonríe y grita, ¡por Lorena! Se gira y echa a correr como una gacela en la noche, mientras que los otros tres intentan seguir su zancada limpia y regular de corredora de fondo. No en vano salgo a correr todos los días seis kilómetros, se dice, mientras que el bolso le golpea en el trasero. Será que definitivamente me hago vieja.
En un banco está Rodrigo, con otros dos chicos. Se acerca airosa y decidida, aunque el corazón empieza a latirle un poco más deprisa. Un oportuno tropezón y zas, una lluvia amarilla y espumeante le chorrea encima al tal Rodrigo, que se levanta furioso acordándose de todos los antepasados de nuestra mujer, que sonríe y grita, ¡por Lorena! Se gira y echa a correr como una gacela en la noche, mientras que los otros tres intentan seguir su zancada limpia y regular de corredora de fondo. No en vano salgo a correr todos los días seis kilómetros, se dice, mientras que el bolso le golpea en el trasero. Será que definitivamente me hago vieja.
Música de la época de la mujer que corre cual gacela, para acompañar
Comentarios
Me encantó seguir tu relato. Un abrazo
Sorprendente final.
María Antonia, me ha encantado el relato, pero lo que verdaderamente me ha seducido es el personaje y el estoicismo con el que asume que se hace vieja.
Una vez más me quito el sombrero y te mando un fuerte abrazo
María Antonia, me ha encantado el relato, pero lo que verdaderamente me ha seducido es el personaje y el estoicismo con el que asume que se hace vieja.
Una vez más me quito el sombrero y te mando un fuerte abrazo
un beso
Un saludo
Un abrazo y besos