Rojo y amarillo

Fue un día frío. La montaña nos cercaba, el cielo era gris y el viento extremadamente helado. Pareciera como si el mundo se disolviera en colores enfermizos, agotados.
De pronto, el bermellón de un sol de ocaso colgaba de las balconadas.
Y, al instante, el amarillo del verano más largo se prendía de los membrillos.
Y el mundo volvió a tomar sus colores primigenios.


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