Y acaba el día, y vuelta a empezar. Porque si bien las idas son duras, no lo son menos las venidas. Y llega el tren.
Y hay una jovencita con el pelo rubio y una falda escandalosamente corta que enarbola una sonrisa escandalosamente feliz. Y un chiquillo moreno sonríe y está como loco por bajar del tren y abrazarla.
Hay un hombre de mediana edad que observa, preocupado, los vagones del tren, hasta que divisa a un joven, con la mochila llena de vida a la espalda. Entonces sonríe, se encuentran y parten juntos.
Hay una mujer arreglada y coqueta que espera con el móvil en una mano y en la otra el mando a distancia del coche. El hombre baja con la maleta y se saludan con un beso rápido en la mejilla. Salen juntos de la estación.
Dos abuelos no pueden bajar del tren porque cuatros hijos y cinco nietos han subido al vagón. Entre risas, riñas, pescozones y advertencias, luchan por sacar del animal metálico las maletas y las bolsas con las compras, que los chiquillos miran con impaciencia. Cuando consiguen bajar, se van juntos.
Y tú, que has ido a trabajar con un vestido y un bolso livianos porque es verano y no deberías sentir frío, adviertes que la melancolía cae al alma, como el pasto al rocío, que diría el poeta.
Y hay una jovencita con el pelo rubio y una falda escandalosamente corta que enarbola una sonrisa escandalosamente feliz. Y un chiquillo moreno sonríe y está como loco por bajar del tren y abrazarla.
Hay un hombre de mediana edad que observa, preocupado, los vagones del tren, hasta que divisa a un joven, con la mochila llena de vida a la espalda. Entonces sonríe, se encuentran y parten juntos.
Hay una mujer arreglada y coqueta que espera con el móvil en una mano y en la otra el mando a distancia del coche. El hombre baja con la maleta y se saludan con un beso rápido en la mejilla. Salen juntos de la estación.
Dos abuelos no pueden bajar del tren porque cuatros hijos y cinco nietos han subido al vagón. Entre risas, riñas, pescozones y advertencias, luchan por sacar del animal metálico las maletas y las bolsas con las compras, que los chiquillos miran con impaciencia. Cuando consiguen bajar, se van juntos.
Y tú, que has ido a trabajar con un vestido y un bolso livianos porque es verano y no deberías sentir frío, adviertes que la melancolía cae al alma, como el pasto al rocío, que diría el poeta.
Comentarios
La noche está estrellada y ella no está conmigo...
Snif
besos!
pero cuánto la quise
un abrazo
Juássss....
Mu potito, no te olvides de dejarnos la dosis programada ahora que te vas de jolideis...
Sí, sí. dejo programado, dejo.
Y mañana comienza un cuento...
Un besito
Un beso
Mi más cordial enhorabuena.