Vivo en el Mediodía, en una habitación sencilla con baño. La televisión por cable murmura mientras estoy sentado en el borde de la cama, ocultándome de la vida.
En el Mediodía, las cortinas son de cretona y no puedes confiar en que las toallas estén limpias. La plaza se inmiscuye en mi habitación, dejando un tenue rumor de botellas y un estruendo de globos de chicle. Julia Roberts no se pasea en minifalda por los pasillos y los camareros aparentan ser lo que son. Este hotel, tendría que llamarse Ocaso para hacer honor a la moqueta deslucida y a las manchas de humedad que decoran el techo como frescos renacentistas.
Las mañanas pasan desapercibidas en la ciudad desconocida; en esta ciudad donde la soledad me asalta de golpe, dejándome indefenso y aturdido. Es por eso que me cobijo en el Mediodía y no me voy a otro hotel a pesar de las cortinas estampadas y del jarrón con flores de plástico.
En el comedor sirven el desayuno a las ocho. Por el hilo musical se cuelan los Bee Gees y Michael Jackson mientras se reúnen en secreto historias y vidas clandestinas.
Me hubiera marchado hace mucho. No son las cortinas de flores, ni la plazoleta, ni el jarrón, ni las goteras, lo que me retiene aquí. Perdí la esperanza de encontrar a una mujer preciosa que se pareciese a la Roberts, los Bee Gees me ponen nervioso y no soporto al hombre descafeinado. Hace tiempo que me hubiese ido a cualquier otro sitio, de no ser porque una mañana inadvertida, se coló en mi habitación, entre el barullo de las botellas y las risas juveniles, la voz de una mujer que cantaba a un amor perdido. Quien es esa mujer y por qué canta a un amor que no se la merece no lo sé. La canción llega puntual cuando más la necesito, en la hora en que me pregunto por qué fue que llegué aquí, por qué sigo en el Mediodía, rodeado de una ciudad que me atemoriza porque me es desconocida.
Vivo en el Mediodía en una habitación individual que da a una plazoleta de suelo de granito tapizado de chicles. La soledad me golpea sentado en la cama mirando la televisión y esperando la canción de una mujer que ha perdido a un hombre que jamás la mereció. Entonces todo cobra sentido y recuerdo.
En el Mediodía, las cortinas son de cretona y no puedes confiar en que las toallas estén limpias. La plaza se inmiscuye en mi habitación, dejando un tenue rumor de botellas y un estruendo de globos de chicle. Julia Roberts no se pasea en minifalda por los pasillos y los camareros aparentan ser lo que son. Este hotel, tendría que llamarse Ocaso para hacer honor a la moqueta deslucida y a las manchas de humedad que decoran el techo como frescos renacentistas.
Las mañanas pasan desapercibidas en la ciudad desconocida; en esta ciudad donde la soledad me asalta de golpe, dejándome indefenso y aturdido. Es por eso que me cobijo en el Mediodía y no me voy a otro hotel a pesar de las cortinas estampadas y del jarrón con flores de plástico.
En el comedor sirven el desayuno a las ocho. Por el hilo musical se cuelan los Bee Gees y Michael Jackson mientras se reúnen en secreto historias y vidas clandestinas.
Me hubiera marchado hace mucho. No son las cortinas de flores, ni la plazoleta, ni el jarrón, ni las goteras, lo que me retiene aquí. Perdí la esperanza de encontrar a una mujer preciosa que se pareciese a la Roberts, los Bee Gees me ponen nervioso y no soporto al hombre descafeinado. Hace tiempo que me hubiese ido a cualquier otro sitio, de no ser porque una mañana inadvertida, se coló en mi habitación, entre el barullo de las botellas y las risas juveniles, la voz de una mujer que cantaba a un amor perdido. Quien es esa mujer y por qué canta a un amor que no se la merece no lo sé. La canción llega puntual cuando más la necesito, en la hora en que me pregunto por qué fue que llegué aquí, por qué sigo en el Mediodía, rodeado de una ciudad que me atemoriza porque me es desconocida.
Vivo en el Mediodía en una habitación individual que da a una plazoleta de suelo de granito tapizado de chicles. La soledad me golpea sentado en la cama mirando la televisión y esperando la canción de una mujer que ha perdido a un hombre que jamás la mereció. Entonces todo cobra sentido y recuerdo.
Tarde o temprano el objetivo pasará por la plaza y yo estaré aguardando, paciente, cazador que espera.
Cuando esté seguro, dispararé.
Comentarios
Besitos de hada amiga
es un asesino a sueldo!!!
el objetivo que espera no es la mujer que canta...
qué interpretación tan romántica!!!
un beso ;-)
me gustan tus disparos, no te salves
besos
dESDE MIAMI ABRAZOS