Por qué no ataca el tiburón...

a las impávidas sirenas?
La niña morena sacude la alfombrilla como si fuese una cometa. Es negra y gris y esparce en su pelo azabache arena blanca de una playa soñada. La mujer limpia los cristales y, por un momento, abandona el multiusos y la bayeta amarilla en el asiento y mira la cometa que su hija ondea. Ha dejado en su pelo negro arenas de sueños blancos. La niña titubea. ¿Está limpia? ¿Deberá volarla más?
En vez de eso, decide borrar las impurezas de los pequeños charcos por los que observa la calle, mientras su madre la lleva a la playa del sueño o al colegio. Armada con un trapo azul deshilachado parece un hada morena que juega con las hilachas de las nubes en verano. Y su madre, con la gamuza a la que se ha prendido el sol, repasa el borde de los charcos para que brillen en las mañanas que conduce hasta la ensenada blanca camino del restaurante de comida rápida donde trabaja. Entretanto, medita si esta tarde de sábado la pasarán en el parque haciendo castillos de arena o en casa, con un cuento de mar dulce y saladas palabras.
Pasa un hombre de su vida que pasó. Un hombre que conoció en el océano profundo, allá dónde las aguas son casi negras y siempre arrecia el temporal. El hombre la mira, la ha reconocido. Ella tiembla, corazón de caballito, sirena recostada en la roca. Él busca los ojos de ella y le sonríe, irónico. Tal vez crea que por un puñado de euros mojados podrá volver a comprar su voz. Quizás le hará una oferta. ¿Cuánto por tu alma? Y ella no puede apartar sus ojos de los de él, corazón de sirena, voz de caballito. La niña contempla la escena, callada. La madre encuentra el valor en el lazo rojo que esta mañana ha prendido en el negro pelo de la hija. Mueve la cabeza de un lado a otro, impávida. No.
El tiburón puede soportar el canto de las sirenas sin conmoverse. Pero no puede hacer nada ante su serenidad imperturbable. Es secreto conocido por todas las criaturas del mar. Los tiburones se atemorizan ante las impávidas sirenas, es por eso que no las atacan. Nunca más.
Madre e hija han dejado el coche reluciente. Se embarcan rumbo a la cala soñada, donde leerán un cuento de palabras dulces y mar salado. A salvo de los tiburones.
La genial pregunta: Libro de las preguntas. Pablo Neruda

Comentarios

María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias por tu visita...
me han salido los colores!
el genio es Neruda...
besos siempre
nos vemos...
María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias zzrrzz.
Un saludo
Anónimo ha dicho que…
PATRICIA ALEJANDRA SALVO HERRERA
me encanto el texto es tta muy gueno
saludos a mi amorcito bastian